No importa que algunos periodistas argentinos como Horacio Pagani hayan dicho que “Junior es un equipo de medio pelo”, no importa que Boca Juniors tenga seis copas Libertadores en sus vitrinas, no importa que se repita incesantemente que “la camiseta pesa en estos partidos”, no importa si tres exfutbolistas colombianos como Mauricio Serna, Óscar Córdoba y Jorge Bermúdez graban un video en el que apoyan con todo al equipo xeneize, no importa que digan que los Tiburones solo le han ganado a Alianza Lima, no importa si empataron ayer 0-0 con Alianza Petrolera y se enredaron en la Liga, no importa nada de lo que se diga o lo que esté pasando en el otro torneo... El miércoles, a partir de las 5:15 p.m. en el ‘Metro’, cuando suene el pitazo del árbitro ecuatoriano Roddy Zambrano Olmedo, todo el ‘bla bla bla bla’ previo quedará en el cesto de la basura o se lo llevará el viento.

Junior y Boca estarán frente a frente de nuevo, pero en medio de la humedad de Barranquilla y el Carnaval rojiblanco.

Los dirigidos por Julio Avelino Comesaña deben salir a comerse vivos al encopetado club argentino y contradecir en la cancha cualquier mirada despectiva sobre ellos y el equipo.

Ya se empató ayer ante Alianza Petrolera, ni modo, hay que ir a pelear a Montería, contra Jaguares, la clasificación en la Liga. Lo bueno, entre todo lo malo que le ha sucedido a los rojiblancos en las seis fechas que suman sin ganar en el torneo local, es que se sigue dentro de los ocho mejores y dependiendo de sí mismo para avanzar. Obvio que la inversión que se ha hecho en esta nómina ameritaba que el tiquete a los cuartos de final se sellara hace rato y no que estuviera en duda hasta la última fecha, pero, esencialmente la falta de contundencia en el arco rival, deparó así las cosas.

Ya llegará el momento de pensar en ese desafío en territorio sabanero. Antes hay una nueva cita con la historia para estos jugadores, prácticamente los mismos que el año pasado lucharon por llegar a la final de la Copa Sudamericana con el Flamengo. Tienen la oportunidad de dar un golpe de autoridad y darle la satisfacción a la hinchada de eliminar a un grande del continente y avanzar a la siguiente fase en la Libertadores.

No es tiempo de llorar por el gol perdido, por los triunfos que se escaparon. Los rojiblancos deben enfocarse en el reto de hacer respetar la casa y conseguir una victoria trascendental ante un rival con un historial sólido, pero con un presente titubeante. No es fácil, pero es ganable.

Los jugadores de Junior tienen la palabra. Ahí está el chance para hablar en la cancha y callar bocas.