Desde tiempo atrás, el hombre ha sentido la necesidad de preservar una obra o monumento para que no desaparezca y sea eterno el recuerdo de un personaje o acontecimiento que le da sentido a una comunidad reafirmándola. Este le recuerda algo a la gente para que así se transmita a las nuevas generaciones.

Cuando se destruye un edificio o una casa antigua se destruye nuestra memoria. La tradición e historia, el pasado común resulta fundamental para la edificación de una identidad. De esas experiencias previas podemos aprender y mejorar. Pero en la sociedad actual prima lo nuevo, transformándolo en objeto de usar, tirar y cambiar.

En ocasiones encontramos que hay mensajes, corazones, juramentos, alusiones de tipo político, grafitis que no serían negativos si no estuvieran pintados sobre las esculturas, ya que atentan contra ellas y las afean. El odio y la ira de personas que no tienen sentido de pertenencia con el patrimonio cultural que heredamos no tiene que arrasar con esos testigos silentes de nuestra historia. El vandalismo y el tráfico de elementos pertenecientes a estos monumentos y su falta de mantenimiento sumergen en la desidia lo que ha marcado el legado artístico cultural y emblemático del Departamento.

El contraste que ofrecen otros países con sus monumentos nos debe llevar a repensar lo que hacen las autoridades encargadas para preservarlos. Es triste ver estatuas como la de Esthercita Forero sin la placa en donde se explica quién fue, por qué seguirá siendo la ‘Novia de Barranquilla’ y su aporte a la cultura de la Arenosa; la estatua de Shakira, una de las representantes colombianas más importantes ante el mundo, ubicada en las afueras del Estadio Metropolitano, se encuentra reseñada con frases alusivas a la política; el deterioro y suciedad que presentan por falta de mantenimiento estas y otras esculturas requieren atención urgente para evitar que se sigan desdibujando.

Ojalá que las actuales generaciones y las futuras crezcan con la expresión del lenguaje de la memoria que expresan los monumentos históricos. La colocación de estos en lugares específicos da un significado especial, así como también lo hacen los nombres de las calles que responden por lo general a una intención para conmemorar hechos que no podemos desconocer o dejar en el olvido.

La mayor parte de la historia de Barranquilla está plasmada en los nombres originales de las calles y carreras de la ciudad, que hace más de 60 años pasaron a ser solo un número: Calle de las Vacas (calle 30), San Blas (Calle 35), Progreso (Kr 41), 20 de Julio (Kr 43), Cuartel (Kr 44), entre otras.

Los rastros de otros momentos, los escombros de un ayer que renuevan en hombres y mujeres de ahora la firme intención de continuar hacia adelante por la senda que otros abrieron en su andar, debe conducir a que la memoria sea la garante de la permanencia satisfactoria en su misión de recordarnos el pasado.

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