Hay algunos temas relacionados con el Gobierno nacional, como el desarrollo de algunas infraestructuras y la colectividad vial, que no alcanzamos a entender por más esfuerzo que hacemos para encontrarle una justificación, una explicación con alguna lógica. En este caso nos referimos al tema relacionado con carreteras viales, arterias de intenso o máximo tráfico y de gigantesca importancia para el desarrollo de las regiones y del país. En este asunto es claramente explicable descubrir que ha jugado un papel importante la inclinación de la balanza para ciertos sectores del país, el favorecimiento a determinadas regiones y el privilegio recibido en ciertos departamentos plenamente identificados en detrimento de otros.
Hay carreteras, por ejemplo, que no serán tan urgentes ni prioritarias como lo son para la Costa Caribe la de Ciénaga - Barranquilla y La Cordialidad, y Barranquilla-Cartagena. Ellas dos solas son nada menos que el eslabón básico prioritario de la conectividad vial entre los puntos equidistantes de la Costa Caribe (La Guajira y Córdoba). Además, por supuesto, de lo que representan como eje fundamental del comercio, transporte y comunicación entre el norte y el sur de Colombia.
Tenemos más de 25 años de estar pidiéndole al Gobierno la ampliación y modernización de estas dos vías. En ese lapso estos gobiernos no han hecho otra cosa que promesas y más promesas, anuncios, estudios, ‘mamar gallo’. Mientras tanto, en el resto del país grandes obras muy merecidas para cada región o departamento se crearon, se modernizaron. Hemos visto cómo las grandes capitales han quedado conectadas a través de viaductos espectaculares de cuatro y seis carriles ida y vuelta, mientras aquí o no hemos sabido pedir, o no nos han acompañado los congresistas, o hemos tenido una paciencia demoledora para nuestros intereses. De ese modo hemos presenciado los esfuerzos de nuestros gobernadores y alcaldes en este periodo, esfuerzos muy loables por cierto, que se han encontrado en Bogotá con una muralla de promesas incumplidas. La carretera al mar es llamada ya como la carretera tortuga, porque en los últimos cuatro años ha avanzado 20 kilómetros.
Ni siquiera con la admirable labor del hoy candidato presidencial Vargas Lleras, quien adelantó en este tema una política agresiva para impulsar las carreteras 4G, pudimos contar porque o se olvidó de nosotros en lo relacionado con estas dos vías o prefirió impulsar o promover otras en otros departamentos porque el presupuesto no alcanzaba. En todo caso, sea quien sea elegido nuevo jefe de Gobierno en este semestre, la Costa Caribe tiene grandes esperanzas de que el nuevo cuatrienio conceda prioridad de urgencia a estas dos arterias interregionales para que de una vez se acabe una injusticia que lleva instalada muchos años. No se trata de una ilusión romántica, no se refiere a un adorno del progreso, es una necesidad, muy urgente, que toda una región reclama con justicia, y a nosotros los costeños no se nos ha hecho justicia con este tema y con muchos más que iremos tratando cotidianamente en estas columnas, repitiendo quizás alguno de ellos.