En teoría, yo debería votar en blanco. Ninguno de los candidatos me convenció de ser el idóneo para dirigir a Colombia en este momento. Y cuando uno no tiene candidato, uno vota en blanco.

Humberto de la Calle es de todos el más experimentado y el que mejor me cae (un factor no insignificante en política). Pero representa el acuerdo con las Farc, un pacto al que me opuse –con argumentos– y que hoy se está fisurando justo por donde los del ‘No’ advertimos que lo haría.

Vargas Lleras presentó el programa de gobierno más completo y creíble. Pero representa la continuidad con el presidente Santos, y 8 de cada 10 colombianos, entre los que me incluyo, claman por pasar la página de este gobierno.

Dudo que Iván Duque vaya a ser un títere de Uribe, como dicen sus detractores. Uno no se sienta en el solio presidencial para ser títere de nadie. Pero me desagradan sus alianzas con sectores religiosos y es cierto que todos sus rivales lo superan en experiencia administrativa.

La opinión pública redujo a Sergio Fajardo a la palabra ‘educación’ y él no hizo nada por presentarse como un candidato más complejo. Sin embargo, creo que él es más que eso y le habría dado mi voto… si no fuera por sus desconcertantes alianzas. Tengo una deformación profesional: creo que el crecimiento económico es el motor del desarrollo. Por eso, no podría votar por una coalición cuyas dos terceras partes son la Alianza Verde y el Polo Democrático. Ambos partidos pertenecen al Foro de São Paulo, la sombrilla de la izquierda radical latinoamericana, defensora de Ortega, los Castro, los Kirchner y el chavismo. Qué carteras ocuparán esos partidos en un eventual gobierno de Fajardo, ¿Agricultura?, ¿Comercio?, ¿Hacienda? Inquieta pensarlo.

Hechas esas salvedades, creo que cualquiera de los anteriores podría gobernar al país más o menos bien. Pero no pienso lo mismo de Gustavo Petro.

No es algo personal: valoro su preocupación por las clases desfavorecidas y comparto su repudio a la corrupción. Pero Petro nunca tomó suficiente distancia del chavismo para tranquilizarme. Cuando le preguntan por Venezuela, el candidato afirma, como garantía de que no nos llevará por el mismo camino, que reducirá la dependencia de Colombia del petróleo.

Es decir, el problema del chavismo no es la fatídica ideología socialista de Chávez y su sucesor, sino la dependencia petrolera. ¿Piensa entonces Petro que el chavismo sin petróleo sí es viable? Mejor no averiguarlo.

Y por eso no votaré en blanco. Creo que, en un eventual balotaje, el candidato afín al socialismo del siglo XXI puede imponerse, y no pienso contribuir a esa posibilidad. Mi voto será por Duque, el único capaz de derrotarlo en primera vuelta. No pretendo hacer proselitismo ni convencer a nadie, solo compartir las razones por las que llegué a mi decisión, que quizá les sirvan a otros indecisos.

Hubo una razón adicional: por quien sí hubiera votado de manera decidida habría sido por la fórmula vicepresidencial de Duque, Marta Lucía Ramírez. Su nombre en la papeleta inclinó finalmente la balanza de mi decisión.

@tways