No sé si ustedes recuerden cuando inaugurábamos, al principio de este presente siglo nuestro, la Cátedra Mujer Siglo XXI, en la que sigo poniendo toda mi ilusión motivada por la acogida que se mantiene y se proyecta, en este presente en donde nuestros roles de mujer que nos imponen las circunstancias siguen estando vigentes, y progresan, todos lo sabemos, con demasiada lentitud. Y reconocer cada día más, ciertamente, el respeto por nuestra misión en el mundo. Pecando de optimistas, hay que reconocer las acciones catalizadoras que enarbolan la bandera de cero tolerancia en la violencia contra la mujer. Con base a nuestros logros debemos ser positivas y continuar, aunque parezca un eterno inicio, la siembra, de la que es verdad, estamos obteniendo frutos. Han pasado cinco años, desde aquella Primavera Árabe en Túnez, en la plaza Tahrir, y la coincidencia de los indignados en la Puerta del Sol de Madrid, donde las mujeres llevaron a sus hijos de pecho, con el derecho que da el haberlos parido y amamantado, para inculcarles el respeto y la tolerancia, como medio de lograr un mundo más equitativo. Aunque no debemos olvidar los todavía huracanes, aunque menos frecuentes, más solapados, contra nuestra tolerancia. Es bueno seguir el lema de que la alegría y un gesto cordial hacen más que mil reuniones. El equivalente a que una sonrisa vale más que mil palabras. Se impone seguir en esta actualidad más favorable a la igualdad humana, en la lucha de que no haya ninguna niña sin colegio y que podamos ir mermando la violencia doméstica a manos de los familiares. Soñar no cuesta nada y ayuda a tener una mejor salud mental. Indispensable para un mundo mejor.