Uno de los más difíciles mandatos celestiales de entender y cumplir es el que reza que somos iguales ante el creador, puesto que él nos creó a su imagen y semejanza. Este beneficio empezó a desvirtuarse al ser condenados a ganarnos el pan de cada día con el sudor de la frente, porque nuestra primera madre, Eva, se dejó convencer de una culebra para que ella y su esposo, Adán, comieran la manzana del árbol del bien y del mal, al creer que al ingerirla obtendrían los beneficios de los cuales gozaba el supremo Creador.

Después de ese desafortunado episodio que nos privó de gozar de una vida chévere por culpa de una culebra, la humanidad ha tenido que acomodarse para mitigar el castigo que –según analistas– ha sido aprovechado por el género masculino para mantener subyugadas a las descendientes de Eva.

A partir del suceso que ocasionó la expulsión del Paraíso y a pesar de que estudiosos de La Biblia consideran que no hay que tomarlo al pie de la letra, por milenios el sexo femenino ha sido considerado como de “menos madre”. Leyes de diferentes culturas y mandamientos de distintas religiones han tenido un sesgo machista que han mantenido acoquinadas a las mujeres.

En pleno siglo XXI, en países africanos existe la bárbara costumbre de la ablación a las niñas para evitar que caigan en tentaciones. Algunas sectas mahometanas prohíben que las mujeres entren a Mezquitas y si salen a la calle son obligadas a usar vestimentas en las que de pura vaina se les pueden ver los ojos, cual disfraces de monocucos.

Como el machismo no reconoce raza ni religión, hoy en día en China las mujeres son obligadas a abortar si tienen más de una niña, y en Estados Unidos existen religiones que le permiten al hombre tener varias esposas pero a las damas solamente tener un marido.

Esa absurda discriminación y tratamiento a las mujeres, que aún subsiste en más de la mitad de la población mundial concentrada en África y Asia, solo a principios del siglo XX comenzó a cambiar al reconocer que ellas tenían los mismos derechos de los hombres y que podían no solo ejercer actividades hogareñas sino de liderazgo, herramienta esencial para generar importantes transformaciones que garanticen que ellas crezcan profesionalmente.

Contar con mujeres empoderadas, tomadoras de decisiones en corporaciones y gobiernos, puede generar perspectivas futuras en términos de desarrollo. De acuerdo con un estudio realizado en Estados Unidos por el Centro de Liderazgo Creativo, entidades con un alto porcentaje de mujeres tienen una mejor cultura organizacional. Un informe de Merco sobre líderes con la mejor reputación del continente, ubica a 9 colombianas en el top 100.

Es necesario que el Gobierno impulse la creación de políticas inclusivas donde sea prioridad abogar por el liderazgo femenino, tendencia que sin duda crecerá, por lo que parodiando el conocido grafiti, “ojalá que en el futuro gobiernen las mujeres porque los hombres no lo han sabido hacer.”

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