Bajo el noble argumento de ilustrar a sus feligreses, algunas iglesias cristianas han llevado, en días recientes, a expertos conferencistas a disertar sobre socialismo. ¿Es casual el interés de los pastores en fortalecer a sus fieles sobre asuntos políticos? Digo: ¿es casual a pocos días de las elecciones? No. No lo es. Se trata de una deshonesta manipulación ideológica. Deshonesta porque buena parte de quienes asisten a este tipo de iglesias se encuentran en una evidente posición de indefensión ante sus líderes religiosos y hay un sesgo de engaño en la presunta ilustración política. Son almas absolutamente creyentes, tan creyentes que votarán por quien diga su pastor, el representante de Dios en la Tierra. Y bueno, cómo no hacerlo si uno de los dos candidatos presidenciales en contienda, Gustavo Petro, todavía sufre de infantilismo de izquierda y asume posturas tremendistas que convencen a un sector y asusta, hasta el terror, a otro.

La crítica a las conferencias sobre el socialismo en este momento preelectoral viene a colación por el abuso de la posición dominante de los pastores sobre sus ovejas. Y aquí se da la explosiva mezcla de la fe y las elecciones. Una reciente participación masiva de las iglesias –especialmente las cristianas– en los recientes procesos electorales colombianos demerita su función, que es de carácter espiritual, para quienes lo deseen o lo necesiten. Respetables son las creencias y los diferentes cultos, como lo establece nuestra Constitución, pero no tiene presentación ética la intervención religiosa bajo los argumentos de preservar la familia y el orden. Su papel debe ser el del fortalecimiento de la reconciliación y la fe.

En Colombia hay cerca de 3.600 iglesias de diferentes tendencias y son millones sus seguidores. Entre ellos hay valiosos testimonios de salvación. Muchos creyentes han logrado asirse a un salvavidas a través de la oración. Han salido de la droga, del alcohol y dieron pasos importantes de prosperidad. Pero ninguna de esas virtudes que propaga la iglesia la avala para asumir el rol que ahora ha escogido. La lectura general es que los cristianos encontraron un nicho de poder, tanto, que no tienen reato en invitar a dirigentes políticos investigados por corrupción y otros delitos.

Parece que hubiésemos dado un paso atrás cuando la Iglesia católica se alió al Partido Conservador y Rafael Uribe escribió “de cómo el liberalismo político no es pecado”, para defender la democracia y el derecho de los libre pensadores. Es por eso que los colombianos necesitamos fortalecer una nación laica para garantizar la libertad de cultos y el libre desarrollo de la personalidad. ¿O se olvidan los cristianos que antes de la Constitución de 1991 la prevalencia la tenía la iglesia católica? Preservemos la separación de poderes entre iglesia y Estado.

Coletilla de homenaje: cuánta falta nos hace un Signore, como Don Antonio Celia. Mantendremos vivo su recuerdo con las columnas costumbristas que ilustran a las nuevas generaciones y alimentan de nostalgia a los veteranos. Ciao Tonino.

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