“Volver a los 17 después de vivir un siglo es como descifrar signos sin ser sabio competente”, dice Violeta Parra en su legendaria canción, que define el sentir colectivo que producen las reuniones de colegio. Repasar 85 años de la historia del Colegio Hebreo Unión de Barranquilla durante dos días fue como ver una película en fast-forward.
Para mi fue una sorpresa saber que el colegio cumpliese tantos años. Asociar su creación con eventos históricos mundiales -Segunda Guerra Mundial- que produjeron la ola migratoria que escapó la persecución nazi en Europa, me hace pensar en la fortaleza de estos pioneros que, llegando sin nada, pudieron lograr lo que vimos hoy.
Visité la Casa Kovalski, un legado de carne y hueso esculpido sobre las ideas de una abuela visionaria, sitio donde se realizaron bodas y festejos mayores de la comunidad, declarado hoy Patrimonio de la Humanidad. Y resulta imposible no asociar esos eventos con las migraciones actuales, producto de otras guerras injustas, que atacan civiles inocentes en espera de un refugio como el que un día recibieron nuestros antepasados en esta calurosa y amable Barranquilla.
Pero si por un lado se rememora la parte histórica, son las leyendas paralelas, las anécdotas individuales que cada cual recuerda, las que realmente nos tocan y conmueven. A pesar de que hoy día estamos todos conectados a través de un email, un mensaje de Facebook o WhatsApp es poco lo que se alcanza a conocer del individuo, mas allá de una cara feliz en alguna fiesta o un viaje, que da lugar a cientos de comentarios repetitivos.
Encontrarnos físicamente nos permitió ser parte de un espectáculo mas realista, que muestra la verdadera panza, las canas y las arrugas que las redes sociales tratan de ocultar; permite intercambiar una palabra, una mirada o un cuento; permite saber qué haces o qué piensas, y acaso explorar con bifocales si te operaste o inyectaste las arrugas, de acuerdo con el interés de cada cual.
Evocar la adolescencia es recordar épocas de mucha tensión e inseguridad; es recordar el primer amor, y la imposibilidad de expresarlo en su momento; es ver que nunca mas lo podrás compartir porque el personaje aparece en la lista de quienes ya partieron. Evocar la adolescencia es recordar si fuiste popular o no, si fuiste discriminado o discriminaste; es evaluar el pasado con la experiencia y madurez del presente.
Volver es apreciar y reconocer a aquellos que dejaron huella profunda en tu pensar y sentir, en tus hábitos y en tu conducta, y es menester destacar aquí el nombre del Profesor Jesús María Guillem Barrio, director de la institución por muchos años, cuyo nombre provocó los mas entusiastas aplausos en el acto conmemorativo. No hay quien no cuente con un episodio, una experiencia o una frase asociada con él, marcando para siempre la historia del Colegio, y la de nuestro sentir, porque, continuando con la canción, “lo que puede el sentimiento no lo ha podido el saber, ni el mas claro proceder ni el más ancho pensamiento”.
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