Agonizan las polémicas políticas en las redes sociales. Ya están en sus últimas los filosos y pesados dardos desde la izquierda y desde la derecha. Caducan los memes, se calman los grupos de WhatsApp, disminuyen las cadenas de noticias electorales (fakes y reales), se reducen las polémicas familiares.
A partir de mañana a las 7 a.m., por lo menos durante 90 minutos, todos en Colombia se alinearán en un solo equipo, en un solo partido (Colombia vs. Japón). Ni Petro ni Duque serán más importantes que Pékerman. Todos estarán con Uribe (Matheus Uribe), con Ospina, Arias, Zapata, Mina, Mojica, Sánchez, Aguilar, Cuadrado, James, Muriel, Falcao, Bacca y todos los integrantes de la Selección que tanto une a un país, que en los últimos meses ha estado separado por dos visiones antagonistas en medio de una campaña presidencial.
“Aquí van 1 sueño, 3 colores y 50 millones de corazones”, reza acertadamente el mensaje del bus que transporta al equipo nacional en Rusia.
Una de las cosas positivas de los mundiales y de la participación de Colombia, aparte de las intensas y variadas promociones de televisores en los supermercados, es esa fuerza que tienen para agrupar y entusiasmar a un país en busca de una ilusión. Un gol de Falcao abraza al negro y al blanco, al de ruana y al de frac.
Sí, es cierto, “el fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes”, como dice el exjugador, exentrenador y escritor argentino Jorge Valdano. No nos paga una deuda con un banco, no nos financia las matrículas de los niños en el colegio, no nos devuelve a un ser querido, no nos lleva al hospital ni nada por el estilo, pero estos días mundialistas son una pausa, un desconecte, una escapatoria a los inconvenientes rutinarios e inesperados de cada vida.
Es un rato para soñar, para respaldar, para sentir orgullo patrio, para cesar las controversias (principalmente las que llevan ofensas, insultos y poco respeto por la opinión del otro) y ponerse la misma camiseta amarilla que lleva puesta el que piensa distinto a uno.
Mañana a las 7 a.m., soltamos a Petro y Duque, y nos dedicamos a Pékerman y sus dirigidos.