La vida moderna se ha complicado por el exceso de opciones que nos ofrecen, lo que hace difícil encontrar satisfacción. Cuando vamos de compra, encontramos tantas variantes de un mismo producto que puede llevar a indecisión, y esa indecisión genera malestar y ansiedad. Hasta para comprar un simple shampoo nos ofrecen: para cabello liso, rizado, seco y maltratado, castaño, rubio, teñido, graso, con ceramidas y otros apelativos. ¿No era mejor antes cuando nos lavábamos la cabeza con el mismo jabón de cuerpo? Cereales, también: de miel, de arroz tostado, de arroz soplado, de chocolate, con frutas, yogurt, uvas pasas, y demás nueces. En leche: líquida, en polvo, descremada, deslactosada, de soya, de almendra, de coco. ¿Será que no era suficiente la leche que llevaban cada mañana a casa en calambucos o en botellas de grueso vidrio con la cara de “La vaca risueña” sonreída? Pero, opciones no solo se dan en cosas tangibles. Cuando usted llama por teléfono a una empresa le atiende un “fantasma maleducado” que no lo deja hablar y encima le ‘empeta’ decenas de opciones. ¡En este mundo de hoy hay sicosis de opciones! Afortunadamente, para nosotros “los adultos mayores” que tenemos la adicción de visitar supermercados, las opciones resultan provechosas porque nos permiten “quemar” una mañana, buscando entre el maremágnum de tintes de pelo para las esposas. Y si nos confundimos, y en vez de llevar el de “avellana” llevamos uno para cabello “rubio”, tendremos el buen pretexto para volver en la tarde a cambiarlo, y así habremos “quemado” un día más.