La palabra vacío viene del latín vasivus, adjetivo que significa falto de contenido. El sentido que estoy utilizando en este escrito se refiere al sentimiento humano caracterizado por la apatía, el aburrimiento o la desolación.

Hallar el sentido de la vida va de la mano del sentido de pertenencia social, de la aceptación del otro, en vez de ignorarlo o rechazarlo. Si la felicidad total es inalcanzable, el acercamiento a ella no solo es posible sino uno de los ideales digno para dar sentido a la existencia.

Quienes viven sus pasiones a diario, suelen encontrar en ellas un refugio contra la crisis económica, los enfrentamientos políticos, el ritmo estresante de la vida, los altos niveles de delincuencia y mucho más. Menos mal que nuestra resiliencia nos permite despertar energías y las ganas de seguir echando pa’lante, aceptando la realidad para así llenar los vacíos que tenemos.

Estos son de diversas índoles. Los 50 millones de colombianos que habíamos cifrado en nuestra selección el disputar hasta la última instancia el mundial en Rusia es un claro ejemplo del gran vacío que nos quedó por la eliminación temprana del combinado nacional. Tristeza y desolación nos acompañó a todos. Los expertos aducen que fue por demás injusta la derrota, pero sabemos que la fortuna suele acompañar a algunos en el juego.

La vida es un continuo cambio que supone atravesar diferentes etapas, cada una con sus características, posibilidades y limitaciones. Antes, la jubilación se sentía como la entrada a la vejez, atribuyendo a esta una connotación negativa. Hoy significa la llegada a una etapa de posibilidades de realización del ocio en un espacio de libertad.

Cumpliéndose la tendencia reconocida por la psicología popular, según la cual “se desea lo que no se tiene… y no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde”, enmarca el vacío que genera la jubilación, etapa que trae consigo sentimientos encontrados. Pasar de una vida activa y organizada a no tener chamba y un excesivo tiempo libre disponible a lo largo del día, a ser el que hace los mandados en el supermercado, el que saca el perro a hacer sus necesidades, es un cambio fuerte que a veces afecta un poco el estado de ánimo, pero nada a lo que uno no se pueda acostumbrar, afortunadamente.

Cuando los hijos abandonan el hogar para independizarse (ciclo normal de la vida), el profundo vacío que dejan solo se puede llenar con la esperanza de verlos regresar con o sin nietos. Ni qué decir cuando se pierde a un ser querido. La pérdida lentamente se asimila con los recuerdos y el cariño que sembró en vida el que se fue.

Hacer frente a los cambios o a las pérdidas es una parte inevitable de la existencia. En algunos momentos a todos nos ha tocado experimentar alguna bofetada que nos da la vida. La manera como reaccionamos a estos problemas permitirá hacerles frente y recuperarnos ante los retos diarios para que los vacíos no nos traguen.

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