Usemos un par de ejemplos “chimbos”, como diría Vargas Lleras. Los amigos organizan una fiesta que promocionan en las redes. Dados los pocos likes que reciben, todo augura que será un rotundo fracaso. De repente la página pasa de 30 a 2.000 likes, lo que lleva a que otros se animen: ya sabemos de la cantidad de bobos que andan por ahí dejándose llevar por “las mayorías” y haciendo solo lo que los demás hacen. El caso es que, tan pronto estos bobos ingresan a la disco, confirman que no suman 100. “¿Qué pasó con los demás que confirmaron en las redes que vendrían?”, se preguntan cual ingenuos.

Algo igual podría decirse de un influenciador X. En Colombia, el de los influenciadores es un negocio que quienes no somos millennials no terminamos de entender porque sus utilidades no se tasan en pesos sino en ego. No se sabe a ciencia cierta a quiénes “influencian” estos influenciadores, pero algunos de ellos son capaces de sumar, en cuestión de segundos, una alta suma de “seguidores”.

Detrás de esta burbuja de apariencias en la que se han convertido las redes sociales se esconde una industria integrada por consultoras y trabajadores freelance que opera por igual para cualquier negocio. Hace poco leí en El País, es otro ejemplo, sobre un equipo de primera división de fútbol que necesitaba levantar la moral de la afición y para ello contactó a un consultor digital mexicano de apellido Merlo, director de Victory Lab, una consultora de marketing digital que ha prosperado gracias al boyante negocio de los seguidores falsos y el spam político en redes sociales. Los hinchas ficticios publicaban mensajes del tipo “contigo en las buenas y en las malas” o “somos más que un equipo” y el ego de los futbolistas sonrió.

El solo nombre de la empresa lo dice todo: laboratorio de victorias suena a “victorias logradas en probeta”. Como si se tratara de una investigación con ratas. Y sí, eso es lo que hace este sector en la sombra que presta servicios… a “ratas”, que las hay en cualquier negocio: políticos, grandes corporaciones, artistas, deportistas, abogados, médicos, chefs y pequeños empresarios. Según El País, “Unos buscan inflar su vanidad o su billetera, aparentando popularidad falsa y otros manipulan a la opinión pública lanzando campañas de desinformación. Se aprovechan de que el público sigue confiando en indicadores como el número de seguidores en Facebook o Twitter para medir la reputación”.

Twitter emprendió esta semana una batalla en contra de estas cuentas falsas y de un tajo desaparecieron millones de ellas, lo que llevó a disminuir el número de seguidores falsos de cientos de mercaderes del narcisismo. El mismo CEO de Twitter perdió en cosa de segundos 200.000 seguidores, así como Donald Trump; mientras que Ellen DeGeneres y Kim Kardashian perdieron más de dos millones de fans. No extraña que quien más perdió seguidores en Colombia fue Álvaro Uribe: 450.000. De hecho, la noticia se esperaba: sirvió apenas para un par de titulares.

@sanchezbaute