Daniel Kahneman, el psicólogo que recibió el Nobel de Economía por sus contribuciones al estudio de la toma de decisiones, señala que las creencias y actitudes de los ciudadanos sufren de sesgos que distorsionan las prioridades y frecuentemente llevan a malas decisiones. Uno de los principales es el ‘sesgo de la disponibilidad’, que hace que se les dé mayor trascendencia a los temas mencionados con mayor frecuencia que a los más importantes. Y otro es lo que él denomina el “desdeño de la probabilidad”, que consiste en mirar el numerador e ignorar el denominador, particularmente cuando los números son grandes. Ellos explican la pobre imagen que los colombianos tienen del sistema de salud, a pesar de su alto reconocimiento a nivel mundial y a pesar de que a nivel personal una abrumadora mayoría expresa satisfacción con los servicios recibidos.
Así se les da gran trascendencia a las 480 mil quejas que recibe anualmente la Superintendencia Nacional de Salud, pero se ignora que en ese mismo período se han producido cerca de 500 millones de atenciones en salud, ¡prácticamente 10 millones por semana! Apenas una de cada mil atenciones genera un reclamo del usuario, pero los medios no hablan de las otras 999. Esto en un sistema de cobertura prácticamente universal admirado en la región.
Algo similar sucede con las tutelas. La Corte Constitucional informa que en 2016 se interpusieron 164.200 tutelas, cantidad que suena alta, pero la Encuesta de Evaluación de los Servicios de las EPS de 2016 muestra que la mayoría de los pacientes accedieron a los servicios de salud sin necesidad de interponer ningún tipo de acción legal. Según esta, el 98% de los usuarios del régimen contributivo y el 97% del subsidiado no recurrieron a acciones legales para acceder a los servicios que requerían.
Por el otro lado, Colombia encabeza con Uruguay la lista de países con menor gasto de bolsillo en América. Esto significa que los montos que los ciudadanos pagan directamente por asuntos de su salud (cuotas moderadoras, medicamentos por fuera del plan de beneficios o servicios complementarios, entre otros) son relativamente bajos. Del gasto total en salud, el gasto de bolsillo en el país es de 17%, mientras que en la región es de 40%. Debido, en buena medida, a que el plan de beneficios cubre todas las enfermedades, la demanda de pólizas de medicina prepagada (que son gasto de bolsillo) es baja: mientras en Colombia apenas un millón de personas cuentan con ellas, en Brasil son 50 millones.
El año pasado, el sistema de salud requirió de 43 billones de pesos. Poco más de 20 billones provinieron de las cotizaciones y el SOAT, 8,6 billones del CREE y 8,5 billones del Sistema General de Participaciones. El resto provino de otros recursos nacionales, pero como lo ha señalado el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, hay un faltante de 1,2 billones de pesos para el cierre financiero de 2018. A lo anterior se suma que las deudas acumuladas del sistema ascienden a 7 billones, de los cuales cuatro son deudas del Estado.
El ministro Gaviria entrega un sistema de salud con algunos problemas, pero con mucha mejor salud que la que sus críticos quieren hacernos creer. Con sus finanzas ordenadas y un déficit proporcionalmente pequeño. Como lo ha prometido el presidente electo, será función del nuevo gobierno continuar mejorándolo y dotarlo de los fondos que requiere para su óptima operación.