El alcalde Alejandro Char abrió, hace días, un interesante como agitado debate en las redes sociales, tras un emotivo discurso en el que expuso su pensamiento sobre el rol que, a su juicio, debe desempeñar la familia en la orientación de los jóvenes. El alcalde considera que muchos adolescentes barranquilleros se están extraviando en la droga y el delito porque les ha faltado el amor de sus padres.
¿Por qué ya las familias no influyen tanto en la orientación de sus hijos? En el libro Los ciudadanos como protagonistas, primera edición de 1999, que me regaló en un cumpleaños mi amigo filósofo Numas Armando Gil, Adela Cortina escribió que la familia y la escuela han ido “perdiendo influencia en comparación con el grupo de amigos y, por supuesto, en comparación con los medios de comunicación”. Hoy hay que añadir las redes sociales (Facebook apareció en 2004 y es la más influyente a nivel mundial, Youtube en 2005, Twitter en 2006 e Instagram en 2010). Es lo que Cortina denomina “las nuevas tiranías”.
El mundo de los ‘pelaos’ ha cambiado mucho. Antes la vida era predecible y lineal: uno obedecía a los padres, a los abuelos, a los tíos, al hermano mayor. Además, la penca o el cocotazo ajuiciaban en ciertos casos. Y en la escuela se respetaba a los profesores, quienes, si surgían alteraciones disciplinarias, se ayudaban de la regla u otro castigo. Que lo digan Numas Armando y los que se educaron en el Instituto Rodríguez de mi tío-abuelo Pepe Rodríguez. El lema del insigne colegio de San Jacinto, era: “La letra con sangre entra”.
En el caso de muchos jóvenes barranquilleros, el riesgo de caer en la droga y el delito se acentúa cuando comienzan a percibir –desde sus entornos de pobreza y marginalidad– las dificultades de movilidad social por la vía de la educación y de las oportunidades laborales. Si las incertidumbres y frustraciones se palpan también en jóvenes que fueron a la universidad y disponen de una buena titulación académica (especializaciones y maestrías), imagínense qué puede pasar por la cabeza de los muchachos que no han alcanzado esos niveles educativos.
En toda esta problemática está incidiendo, asimismo, el alto número de niños y adolescentes que permanecen solos en casa, mientras sus padres salen a sobrevivir en distintos y precarios oficios y no ejercen ninguna influencia sobre sus hijos, quedando expuestos a la esquina ociosa, a las malas compañías, al billar y al vicio.
¿Qué hacer? Bajo el liderazgo de la Alcaldía Distrital debería generarse un gran diálogo con expertos y las comunidades barriales para responder preguntas como estas: ¿con qué antídoto se podría debilitar el influjo de “las nuevas tiranías” entre los jóvenes? y ¿qué podríamos hacer para amainar las incertidumbres y frustraciones de la juventud en una ciudad donde los privilegios de todo tipo están tan concentrados? El debate apenas comienza.
@HoracioBrieva