“‘Pintatón’, la alerta que busca frenar accidentes en las vías”, reza el titular de un informe especial de El País sobre un grupo ciudadano que está iniciando una campaña para señalizar con pintura los incontables huecos que adornan las vías caleñas y que causan más de ocho accidentes diarios entre quienes circulan por ellas. Que la ciudadanía se vea obligada a buscar proteger su seguridad pintando huecos que no debieran existir causa indignación y, sobre todo, tristeza, pues refleja el abierto reconocimiento de la incapacidad de la administración municipal de cumplir con sus obligaciones. Tanto por parte de los ciudadanos como de las propias autoridades.
Para ser justos, el pésimo estado de nuestras vías no es culpa exclusiva de la actual administración ni es un fenómeno limitado a Cali. Con la salvedad de Colombia, en todos los países, desde los más pobres a los más ricos, las vías urbanas se mantienen siempre en buen estado. Hay en todos ellos un reconocimiento tácito de que por ser usadas por absolutamente toda la población, bien sea en el transporte público o en el particular, son un bien común que siempre debe ser cuidado para el beneficio general. Ese no es el caso en Colombia.
Hace ya unas décadas, algún alcalde, posiblemente de Bogotá, se dio cuenta de que las vías urbanas, si bien eran de todos, realmente no tenían dueño, y decidió quitarles el presupuesto para su mantenimiento, entendiendo que nadie se apersonaría de su defensa. El mal ejemplo cundió, y no pasó mucho tiempo para que los demás alcaldes colombianos se dieran cuenta de que ahí había plata para inflar sus burocracias y hacer negocios, y todos empezaron a hacer lo mismo. Por eso, a diferencia de los demás países, el denominador común de las ciudades colombianas es el pésimo estado de sus vías urbanas.
Ese modelo fue adoptado con alacridad en Cali. Dadas las características de muchos de nuestros alcaldes de los últimos lustros, más ocupados en hacer renovaciones de estadios por cientos de miles de millones o en entregar contratos por malos servicios que en gobernar bien, no es de extrañar que por muchos años el abandono del mantenimiento de las calles de Cali haya sido absoluto. La verdad es que la administración actual recibió una ciudad con sus calles en pésimo estado y sin ningún plan serio para restituirles su funcionalidad.
Pero ni el abandono de nuestras vías por las administraciones anteriores, ni el hecho de que esta sea una práctica generalizada en el resto del país exoneran a la administración actual de su obligación de ofrecerles a los caleños unas vías en buen estado y que, sobre todo, no los pongan en peligro. Una administración municipal no puede pasar la vergüenza de que los ciudadanos tengan que hacer una ‘pintatón’ para reducir el peligro generado por el mal estado de las vías que ella debe mantener bien, y debe enfocar sus esfuerzos en restituir su funcionalidad con celeridad.
Que el municipio tiene los fondos para tapar los huecos de las calles es claro. Basta ver toda la plata que bota estrechando vías con inútiles ciclorrutas, como la de la Avenida Cañas Gordas, y con muladares como el que construyó entre el río y la Avenida 2ª. Es hora de que la ciudadanía le exija que destine esos fondos a algo tan necesario como mantener las vías en buen estado y que deje de malgastarlo en obras que solo entorpecen su ya muy precaria movilidad.