El emblemático Puente de Boyacá se constituyó en epicentro de la celebración de la batalla más importante por la independencia no solo de Colombia sino como un hecho histórico a replicar en su momento por otras naciones del norte de Suramérica. 2.850 guerreros al mando de general Simón Bolívar, con el general Francisco de Paula Santander en la vanguardia, protegidos en la retaguardia por el general José Antonio Anzoátegui y el general Carlos Soublette como jefe del estado mayor, lograron vencer al ejército realista de 2.670 soldados, de los cuales 2.300 eran de infantería, 350 de caballería y 20 de artillería, perteneciente a la tercera división del Ejército Expedicionario de la Reconquista. En el transcurso de estos casi 200 años el Estado Colombiano siguió librando múltiples guerras aún por ganar, en contra de: la subversión, el narcotráfico, la corrupción, el hambre, la pobreza extrema, la discriminación, la impunidad, el crimen de cuello blanco, la desigualdad, el genocidio, la salud, la educación, la abstención electoral, la protección del medio ambiente y los recursos naturales, y, los derechos de la mujer, jóvenes y niños, entre otros aspectos de profundo calado social.

En la actualidad la sociedad colombiana se ha vuelto esclava de nuevos actores de guerra o consecuencias de la misma, tales como: aplicación de excesivos impuestos; el odio; la polarización; la parcialidad en el manejo de la información; la calumnia como arma de guerra; los monopolios y oligopolios; la propaganda, la manipulación y hasta del celular, entre otros, aspectos que someten al ciudadano de hoy, convirtiéndolo en mentecatos sin capacidad de raciocinio, de reacción y determinación. El reto de guerra de la sociedad moderna en Latinoamérica es precisamente lograr que sus ciudadanos tengan una verdadera calidad de vida, una proyección social que les permita adaptarse a un mundo que debe gobernarse con principios reales que reconozcan la equidad, la igualdad y la pluralidad, con la ética como eje transversas de todos los aspectos de la vida en sociedad. Colombia no escapa a este reto, el cual no ha sido posible superar en 200 años de independencia, la brecha social es cada día más profunda, la seguridad alimentaria es realmente esquiva, la discriminación está a la orden del día y la libertad de pensamiento crítico, es propia de una sociedad inculta, manipulable y sin norte, cautiva desde sus propias emociones.