A pocos días de terminar su período como Contralor General de la República, el vallenato Edgardo Maya Villazón la volvió a “bordar” con una de esas expresiones tan propias de su estilo franco, directo y claro, que sacudió nuestra connivencia con la corrupción y la ilegalidad.

Maya puso el dedo en la llaga al decir que en Colombia hay una “manada de elefantes blancos” o en otras palabras, una larga lista de obras inconclusas en varias regiones del país, que son el resultado de corrupción, desgreño administrativo, ineficiencia... Todo un rosario de irregularidades que ha generado indignación, malestar y hasta rabia en comunidades que llevan años esperándolas.

Muchos de estos “elefantes blancos” están en la Región Caribe. Entre ellos, la represa del río Ranchería en La Guajira, un proyecto en el que la Contraloría estableció un presunto daño patrimonial que alcanza los $637 mil millones. En Santa Marta, la nueva sede de la Escuela Superior de Administración Pública es otro “elefante blanco”. Luego de una inversión de más de $4 mil millones, el edificio sigue en obra negra y tendrá que ser demolida y levantada nuevamente. ¿Qué talito?

Gracias a la alianza para luchar contra la corrupción de los organismos de control, los hallazgos de tipo fiscal de la Contraloría se están trasladando a la Procuraduría y a la Fiscalía para que adelanten sus propias investigaciones. Una estrategia que apunta a cerrarle espacios a los corruptos de los sectores público y privado, que se quedan al año con cerca de $50 billones.

Pero luchar contra la corrupción debe ir más allá de la actuación de estas entidades o de la aprobación de la consulta anticorrupción o de los proyectos de ley que establecen todo tipo de sanciones, como los que acaba de presentar al Congreso el gobierno de Iván Duque.

¡Combatir la corrupción, la peor forma de violencia a la que hoy nos enfrentamos en el país, es tarea de todos! Recuperar la ética y la moral, que es el camino a seguir, debe comprometernos a los ciudadanos desde los hogares, en el círculo más íntimo de las familias. Ser honestos es una de las mayores enseñanzas que podemos inculcarle a nuestros hijos. La decencia se transmite en casa con el buen ejemplo, demostrando probidad en cada uno de nuestros actos.

Por ejemplo, si usted no paga el pasaje del bus cuando va con su hijo pequeño, ¿qué cree que hará el niño cuando crezca? Colarse en el sistema de transporte de su ciudad es también un hecho de corrupción. No solo lo es recibir coimas por millones de dólares de Odebrecht. No seamos hipócritas.

Hagamos hoy mismo un pacto por la transparencia. Aprendamos de los pequeños grandes gestos que marcan la diferencia. Por eso, gracias Procurador Fernando Carrillo por condecorar, el martes 14 de agosto en Barranquilla, a Anabella Martínez, la íntegra rectora del colegio Marymount, quien como usted señala, “dio una lección de ética e impuso una sanción social a alumnos que cometieron fraude en un examen”. ¡Es lo que toca!