Si uno revisa su vida cotidiana, podrá darse cuenta de que la mayoría de sus actos están influenciados por los avances de la ciencia y la tecnología. El primer acto de muchos al despertar es tomar el celular, y todo lo que realice después seguirá marcado por dichos avances: el agua que sale por la regadera, el jabón, los alimentos, su vestimenta, su transporte, en fin, todo está impregnado de ciencia y tecnología.

A pesar de que somos grandes consumidores, es lamentable que para la mayoría de los colombianos el desarrollo de la ciencia y la tecnología sea un asunto que no genera interés. Mientras el país siga orientado a exportar materias primas para después comprarlas transformadas, a ocho o diez veces su valor, será difícil pensar que la actividad científica pueda ser relevante y prioritaria en la agenda política nacional.

Llevamos 16 años, ocho de Uribe y ocho de Santos, en que si bien es cierto hubo logros importantes en diversos campos, la política de ciencia y tecnología ha navegado a la deriva, tanto en su gobernabilidad como en su financiación. Y si el desarrollo científico del país creció, fue en gran medida por el aporte que el sistema universitario le dio.

Durante el gobierno del expresidente Santos, el organismo que rige las ciencias en Colombia, Colciencias, fue profundamente debilitado por la increíble rotación del cargo de director (9 directores en 8 años). El Reporte mundial de Ciencia de Unesco (2015) nos sitúa como uno de los países de América del Sur con más baja inversión en ciencia y tecnología. Lo que se refleja —entre otros indicadores— en la baja sensible en citaciones, a pesar de que, como señala la Universidad del Rosario, el promedio de publicaciones científicas ha aumentado en cantidad. En otras palabras, hay más publicaciones, pero de menor calidad científica.

En cuanto al Fondo de Regalías para la Investigación, que tantas ilusiones generó, al final la decisión de la asignación de los recursos quedó en mano de gobernadores y contratistas de Planeación Nacional, quienes decidían –a veces– sin respetar la evaluación de la comunidad científica, ni el concepto de la Secretaría Técnica de Colciencias. Y aunque hubo algunas investigaciones interesantes, los recursos se direccionaron especialmente a las orientadas al mercado. Sin dar espacio al desarrollo de las ciencias básicas y las ciencias sociales, tan necesarias para el país.

El nuevo Gobierno del presidente Duque tiene una gran oportunidad para reivindicar la ciencia. A fin de que esta se convierta en motor indispensable en el desarrollo de la nación, para que dejemos de ser solo consumidores, y nos transformemos en productores de ciencia y tecnología.

Apuntar hacia el desarrollo de la ciencia y la tecnología es el mejor camino para ir remplazando el actual modelo económico —excluyente y desigual—, por una economía del conocimiento. La frase del exrector de la Universidad Nacional Moisés Wasserman lo dice todo: “Los países no hacen ciencia porque son ricos, sino que son ricos porque hacen ciencia”.

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