“Duque no es un títere. Es un muñeco de ventriloquía. El otro es Macías”, oí bromear a un par de amigos esta semana. La pregunta está en el aire: ¿qué tan enterado estaba el presidente del discurso del senador? En caso afirmativo, no cabría entonces la comparación con Kini y Lalo, uno matoneando y el otro defendiéndose, sino con Dr. Jeckyll & Mr. Hyde. La rápida respuesta que dio al echar para atrás el nombramiento de Claudia Ortiz como directora de la Unidad Nacional de Protección apoya la idea de que hay que darle un compás de espera.

Pero nada es gratuito y menos en política. Cada frase, cada gesto, la manera cómo visten. Los políticos son actores. Su trabajo es mentir, fingir, hacer creer que son el personaje cuyos zapatos calzan. Decía Bolívar: “Más que por la fuerza nos dominan por el engaño”. Y el engaño de esta semana surtió efecto: trasladar los reflectores al presidente del Congreso que, en esta película, es quien hace las veces de alter ego de quien escribe el guion. Quien dictaba cada palabra, sentado entre el público, era otro; otro que parecía hablarle a Macías a través de un pinganillo.

Pinganillo: pequeño auricular que se esconde en el oído. Como el que usa el apuntador para recordarle al actor el texto que olvida en pleno espectáculo. “Espectáculo”, porque de eso se trata, de una mera representación. Aquel engaño del que hablaba Bolívar encuentra hoy su forma en la puesta en escena de todo lo que es vivido directamente (hay que releer La sociedad del espectáculo, de Guy Debord).

Como todo lo que está libreteado de antemano, el debate al discurso de Macías de inmediato se desvió y el punto no fue el contenido sino la forma: “Es que no era ni el momento ni el escenario”, dicen, lo cual es tanto como darle validez a las palabras del senador si las hubiera dicho en otro lugar. ¡Y no! El discurso fue inexacto, mezquino y exagerado. Tanto, que al día siguiente los ministros de Educación y Vivienda salieron a desligar al gobierno de lo que había dicho el senador.

Macías le hizo más daño a Duque que a Santos, pues incluso adeptos al nuevo gobierno salieron en defensa del hoy expresidente. Esto, sin contar que abrió una grieta al interior del Congreso logrando que Cambio Radical, por ejemplo, saliera a sacudirse de inmediato, tal cual hizo Rodrigo Lara al recordarle que, como presidente del Senado, representa a una colectiva. La situación en el congreso no será nada fácil.

Otro punto de esta semana fue la rápida reacción de la opinión pública. No se trata solo de la efectividad de las redes sociales, como ocurrió en el caso de la señora Ortiz, sino también de que ocho millones de votos en contra no son un hueso fácil de roer. Con una opinión pública, ya no los medios, que cada vez toma más protagonismo y está atenta a cualquier desliz, Duque tampoco la tendrá fácil estos cuatro años. Y será peor en pocos meses, cuando se gaste su popularidad con temas como la reforma tributaria y cuando a Uribe se le complique el expediente.

De hecho, falta poco para que vuelva a escena el quinto protagonista: la Corte.

@sanchezbaute