En medio del estado de crispación en que se retuerce este país bipolar, surgen respetadas voces que llaman a la unidad, a anteponer los intereses generales sobre los particulares, y a motivar consensos entre los disensos. Sin dudar de la buena voluntad e intenciones de estos llamados, y reconociendo como valores fundamentales en una democracia el propender por el bien común y unos acuerdos de convivencia basados precisamente en eso, me permito reivindicar una vez más el derecho a no estar de acuerdo, a no pensar igual, a defender el argumento contrario y a no forzar unidades donde, por ética y convicción, no puede haberlo. Y sí, me estoy refiriendo a este gobierno y a las ideas que lo rodean.

Veamos: empezamos el 7 de agosto con el discurso vergonzoso y vergonzante del senador Macías, tan plagado de inexactitudes como de rencor, acompañado de una ventisca macondiana de la que no se sabía si pedir que frenara o rogar para que tomara más fuerza. Al mismo le siguió el del recién juramentado Presidente, melifluo en contenido aunque de mejor forma, y que no alcanzó a hacer olvidar las arcadas que había producido antes el casi bachiller. Como elegante final, el día terminó con la celebración de la bancada que sabemos, hecha pública gracias a la pericia de una reportera a la que amenazan por hacer bien su trabajo. Lindo arranque.

La semana siguió con las críticas que algunos miembros de la misma bancada de áulicos le hacían al Presidente o a sus ministros por el nombramiento de funcionarios que, según ellos, habían sido sus detractores en el pasado. Una senadora, de apellidos con largo prontuario, hasta revivió la fábula aquella de la “ideología de género” para desacreditar las capacidades de quien había sido nombrado por sus conocimientos técnicos. Antes que la experiencia o los estudios, parece que lo que importa es el volumen de los aplausos o el grado de genuflexión que alcance la espalda.

Avanzamos: no se habían terminado de sentar los congresistas cuando ya desfilaba haciendo lobby para ser nombrado Contralor un cuestionado líder gremial con un rabo de paja del tamaño de un toro cebú, y del que supimos luego le había ido muy mal en las pruebas para el cargo. ¿Lo habrán mandado a estudiar en la casa? No creo. Igual milagrosamente le ponderaron el puntaje y ahí sigue. Es el ungido.

En ese mismo escenario de guerra virtual en que se han convertido las redes sociales, nos encontramos en los últimos días con el cruce de insultos entre dos rancios alfiles de la misma ala; insultos cargados de baja misoginia y una ilusión de superioridad con la que un estudioso de Freud haría fiesta. De eso que presumen seguro es de lo que carecen.

Y como colofón, el casi bachiller se las quiso dar de letrado y publicó una frase apócrifa de “Don Quijote” para responder a sus críticos. El chiste se cuenta solo.

Le otorgo el beneficio de la duda al presidente Duque, pero si lo de esta semana es una muestra de lo que viene…

No. Me rehúso. No.

@alfredosabbagh