En carne propia sentí que el ofrecimiento generoso del presidente Duque de dejar a un lado la polarización malsana está en riesgo de estrellarse contra la concepción atávica del “enemigo político” y la mezquindad de una oposición injuriosa y matoneadora.

Al fin, es herencia de un gobierno retaliador, que convirtió a más de medio país en “enemigo de la paz”; que reinterpretó el mensaje bíblico –“El que no está conmigo está contra mí”– y obró en consecuencia, utilizando contra los segundos la ley y las instituciones.

Como presidente de Fedegán logré superar años de persecución contra mí y contra el gremio, pero aunque no soy tan optimista como el presidente, nunca esperé tan feroz andanada frente a mi legítima aspiración a la Contraloría General de la República.

Caminar sobre brasas ardientes es una práctica milenaria con una concepción purificadora y de “detección de miedos”. Quien nada temía, quien estaba limpio las atravesaba sin quemarse. En nuestra versión vernácula: “quien no tiene rabo de paja puede arrimarse a la candela”. Pues una candelada me encendieron esta semana, que atravesé con paso firme, protegido por mi tranquilidad de conciencia.

El “vigilante” del tesoro colectivo de los colombianos debe cumplir condiciones de conocimiento, formación y experiencia –las mías fueron reconocidas–, pero al igual que “el vigía” advertía del peligro desde altas atalayas en las fortificaciones, la vigilancia del contralor se debe ejercer desde una altura moral sin concesiones, donde la sal no se corrompe y no llegan las flechas envenenadas de la corrupción; una atalaya moral.

El contralor, con quien me separa una vieja rencilla que él ha buscado saldar desde sus posiciones de poder, atacó pretendiendo incidir indebidamente en la elección de su sucesor. Fue insidiosa su advertencia sobre la eventual elección de un corrupto, como su reclamo por el retiro de una “inhabilidad mico” que quiso meter casi con nombre propio. El Congreso no la retiró para favorecerme, sino por inconstitucional.

La izquierda furiosa, que veta sin escuchar, sacó a relucir una sanción que tampoco inhabilita, impuesta además por… el exprocurador Maya. Brincaron los presuntos malos manejos del Fondo del Ganado, archivados por la Contraloría, la Procuraduría y la Fiscalía, además de la retractación pública del exministro Iragorri. Al final, quisieron enredarme con un condenado en primera instancia, que ya estaba contratado cuando llegué a Fedegán y era reputado asesor de las Fuerzas Militares y de empresas privadas.

He gastado mi vida escalando esa atalaya moral, desde que me encaramé en los hombros de las enseñanzas de mi padre. “No hagas nada que te avergüence cuando te mires al espejo al afeitarte, y oirás el silencioso aplauso de tu conciencia”, me decía. Que nadie pretenda bajarme de esa atalaya con infundios y rabiosas mentiras.

@jflafaurie