La endemia es denominada en Medicina como la permanencia de las enfermedades en determinadas áreas. Las enfermedades que además de ser endémicas se generalizan en el universo constituyen una pandemia, así como cualquier enfermedad extendida en todo el mundo, la corrupción no ha dejado un país sin tocarla. Como la influenza o las gripas, su presencia mundial ha ido incrementándose, contagiando hasta las mejores familias, Reino Unido, España, Europa en general, Brasil, Asia, África, Sur América, Venezuela y todos los países, incluyendo a Colombia, ninguno puede estar inmune.

El estudio de la Universidad Externado de Colombia confirma la corrupción como ya sabíamos, como endémica en Colombia, sus niveles son bastante altos y su crecimiento es cada vez mayor. También concluye este estudio que no han existido, hasta ahora, medidas para detener la corrupción, y que las recomendadas por el Banco Mundial o por la OCDE, el estatuto anticorrupción, etc., no han dado resultados como lo demuestran los puntajes para Colombia, 34/100.000 en 1995 y 34 sobre 100 en 2016, puesto 90 entre 176 países, y el décimo puesto entre los de América Latina. Las áreas más afectadas fueron medio ambiente, salud, acueductos, y alimentación. Las pérdidas registradas alcanzan los 189 billones entre 1991 y 2011, es decir el 4% del PIB.

Pero, médicamente, y si el dr. Juan Carlos Henao quisiera utilizar más terminología médica, la corrupción es una peste, término generalizado no solo a una enfermedad grave, sino también a una situación, conducta o evento que se disemina por todas partes. La palabra peste se deriva del latín pestis, que significa que puede contagiar a todo aquel que le alcance. Ocasionada por una bacteria, la yersinia pestis, responsable de una de las mayores causas de mortalidad en la antigüedad, puede infectar también animales y su erradicación se ha logrado decontaminando las aguas sucias y eliminando animales infectados. He aquí la solución para la corrupción, que no necesitamos gastar más tiempo para encontrarla, está en nuestro alrededor, aparece en nuestros hogares, en las peores y mejores familias. Nadie está vacunado para no contraerla y no tenemos ningún antibiótico para eliminarla. Pero si mejoramos sanitariamente nuestro medio político, empresarial, laboral y humano en general, la bacteria no crecerá en aguas limpias y descontaminadas. Su efecto disminuirá cuando nuestros líderes tomen la decisión de ser honestos con la comunidad y con ellos mismos, y luchar contra ella. Cuando la enseñanza en los colegios sea la mejor, cuando las universidades formen nuevamente abogados probos, no delincuentes de cuello blanco, cuando las facultades de Medicina enseñen primero la ética y las humanidades y el valor de los pacientes, la ciencia en favor de los pueblos, la ingeniería para hacer obras no con base en ganancias, sino en la responsabilidad de no hacer daño a las comunidades. La música, no solo para estimular la pornografía y la desorientación sexual, sino para despertarnos bienestar y felicidad.

Cómo no vamos a acabar la corrupción si esta ha matado a más personas que la misma peste. La batalla contra la corrupción no es cosa de publicidad, del periodismo, de la Policía, no es solo una batalla jurídica. Se necesita un cambio de lo que ahora llamamos chip, pero que no es nada más ni nada menos que un cambio mental, cultural, comunitario y personal, a defender la honradez y la honestidad como el mejor principio a premiar, apartando las prebendas personales y teniendo en cuenta que los servidores del Estado, públicos y privados, desde el Presidente hasta el más insignificante ciudadano, tenemos la obligación de poner todas nuestras fuerzas para rechazar, luchar, denunciar, castigar y prohibir la corrupción en nuestro medio, solo así veremos resultados. El estudio descriptivo de la Universidad Externado de Colombia debería ser complementado por otro más importante aún, ¿por qué tanta gente se vuelve corrupta?