La nueva serie mexicana de Netflix, La Casa de las Flores, está acaparando la atención no solo del público hispano sino también de habla inglesa, y son varios los motivos de su atractivo.
A pesar del estilo tele novelesco y en ocasiones exagerado, cuenta con elementos muy originales, empezando por el auténtico diseño gráfico que evoca el surrealismo de Frida Kahlo, un gran elenco de actores, y la manera espontanea y abierta con que trata temas de gran actualidad. Es difícil encontrar alguien que no se identifique con algún aspecto de la trama.
La familia Mora, protagonista de la historia, es de clase alta y encarna el mito de la “familia perfecta”. Como tantas que conocemos, vive de las apariencias, esconde mas de un secreto y es completamente disfuncional. Su medio de sustento es una floristería que atiende los eventos mas importantes de la ciudad, y es el lugar donde la familia ha tejido su tradición.
Al comienzo de la historia se festeja por lo alto el cumpleaños de Ernesto (Arturo Ríos), el padre de familia, mientras presenciamos la muerte de su amante despechada en la Casa de las Flores. Dicho drama desencadenará un efecto dominó de destape entre los integrantes del clan familiar. El fantasma de “la muerta” recorrerá los escenarios de los 13 episodios que componen la serie, constituyéndose en una presencia importante o protagonista invisible, evocativa de la cultura mexicana.
La desaparecida rival hace que Virginia (Verónica Castro), la matriarca, tome las riendas del negocio. Los engaños de su marido, quien pasa a un segundo plano, no la destrozan como era de esperar, sino que la fortalecen frente a los problemas que se van descubriendo. La sexualidad indefinida de su hijo, la posibilidad de un futuro yerno de ascendencia afroamericana, la posible ruina económica, tener que acudir a negocios ilegales o a la ayuda de un ex yerno transexual, son todos temas vedados en su medio social, y ella los confronta con reacciones inesperadas e histriónicas, que evocan algunas escenas de Pedro Almodóvar.
Pero el manejo de Manolo Cano, escritor y director, conocido por provocativos títulos como No se si cortarme las venas o dejármelas largas (2013) y La vida inmoral de la pareja ideal (2016), es mucho más complaciente hacia el grueso público, hecho que podría ser más eficiente desde el punto de vista de concientización; pero esto solo el tiempo lo podrá comprobar.
Lo que sí se puede afirmar es que explora territorios aún considerados tabú en el medio latinoamericano, como la homosexualidad, la transexualidad, el suicidio, y la infidelidad, y que la tragicomedia resulta válida para que al menos cuestionemos qué nos hace mas feliz, si ser auténticos o mantener las apariencias.
La serie cuenta además con la actuación de Cecilia Suárez como Paulina, cuya voz pausada ha causado un fenómeno viral en las redes sociales, Aislinn Derbez como Elena, el actor español Paco León, Darío Yazbebek Bernal, hermano de Gael García Bernal, Caudette Maillé, y Juan Pablo Medina, entre otros.