Hay que ser eficaces en una y otra, para defender la propia y para atacar la del contrario. Estas son algunas de las afirmaciones que se suelen usar para definir- reducir- el debate futbolero. Por supuesto, es casi de Perogrullo, que en las áreas es donde se convierten la gran mayoría de goles, por lo tanto, allí se ganan o se pierden los partidos.

Pero muchas veces sospecho que se enfatiza en esta obviedad con alguna velada intención de subestimar - o desconocer- el proceso, los movimientos individuales y colectivos, el esquema previo, la distribución de los jugadores, en definitiva, la idea de juego. Lo que parece ser una ‘sabia’ y sencilla explicación del juego, en la práctica es la acción más infrecuente y difícil porque, de una parte, al ser las áreas donde se ganan o pierden los partidos, son estas las zonas más y mejor vigiladas.

Con muchos, si el plan es replegarse. Manteniendo al rival lejos, si el plan es presionar arriba. Y, de otra, porque la restricción reglamentaria del fuera de juego (o fuera de lugar como nos acostumbramos a decirle) prohíbe que se llegue al área sin antes estar habilitado por el penúltimo defensor. Para llegar al área y tratar de ganar el partido, antes hay que pensar, elaborar, desequilibrar, hacer combinaciones, poner jugadores en algunas posiciones y funciones que resalten sus virtudes, tener un funcionamiento, cualquiera que este sea, una idea de cómo, sin caer en fuera de lugar, se puede superar muchos obstáculos, ganar sus espaldas, y lograr invadir el área del rival para definir y ganar.

Las áreas son el final del camino. Hay que tener un plan para atravesar ese camino y al tiempo eliminar rivales. En la medida en que ese plan tenga más calidad, aumentan las probabilidades de visitar con más ventaja las áreas. Si el fútbol solo se analizara desde la eficacia o no en las áreas, la historia no nos hubiera enterado del ‘die Wunderteam’ de Austria y su gran figura Matías Sindelar el ‘Mozart del fútbol’, del equipo de oro de Hungría de 1954, del “jogo bonito” de Brasil, del “fútbol total” de países bajos, o de la posesión interminable del Barcelona, entre cientos de ideas de juego que ayer, hoy y siempre son imprescindibles y requisitos para intentar llegar a la eficacia.

Y si, realmente, la eficacia en las áreas fuera el único motivo por el cual nos apasiona el fútbol, entonces solo tendríamos que ponernos frente al televisor, y ver uno de esos programas especializados en pasar los goles. Si eso hubiese sido así, con toda seguridad que el fútbol no hubiera podido convertirse en el gran fenómeno de masas que es.