Hace un tiempo escuché una frase de mi querida mentora Viridiana que me quedó grabada para siempre, de forma sabia me dijo: " La enfermedad del siglo XIX fue la Tuberculosis, la enfermedad del siglo XX, el Cáncer y la enfermedad del siglo XXI es sin duda, la salud mental”.

Desafortunadamente, cada día que pasa de una u otra manera, comprobamos la delicada situación de la salud mental en la población. Es una enfermedad que no distingue edad, sector económico, nivel de educación ni estrato social. No distingue nada. Pero existe y está presente entre nosotros.

En la sociedad colombiana, una sociedad “tradicional y conservadora” por años el tema ha sido considerado como un “tabú”, como algo de lo que era mejor no hablar en lugar de afrontarlo.

Ha sido más fácil tratar de evitar mencionarla antes que buscar las herramientas para atenderla, llegando al punto de convertirse en una grave problemática social.

Podría decirse que la pandemia del covid - 19, la crisis sanitaria mundial más grande de los últimos tiempos fue la punta del iceberg. El encierro al que nos vimos sometidos para proteger la vida hizo explotar las enfermedades que silenciosamente ya nos venían persiguiendo.

La depresión, los ataques de pánico, la ansiedad y el estrés son sólo algunas de los tantos diagnósticos de la salud mental que si no se atienden pueden terminar en un camino sin retorno: El suicidio.

Precisamente, el 10 de septiembre es el día mundial de la prevención contra el suicidio, pero la verdad es que no se puede dejar un sólo día para tocar el tema. Éste es un asunto que debe tener lugar todos los días.

Las cifras de suicidio en Colombia, son alarmantes. Según la Asociación Colombiana de Psiquiatría entre el 2023 y el 2024, 4.571 personas fallecieron a causa del suicidio.

El hogar, los colegios, las universidades, las oficinas. Espacios en los que se creería que las personas están “bien” lamentablemente suelen ser los escenarios en los que las personas pueden llegar a sentirse realmente mal.

Llegó el momento de asumir la responsabilidad que todos tenemos. Llegó la hora de crear políticas públicas contundentes para priorizar la atención de la salud mental. Es momento de comprender que la salud mental debe estar en la agenda del Gobierno Nacional, de los Gobiernos locales, del Congreso de la República, de las Altas Cortes, del gremio de la salud, del sector de la educación, de las empresas privadas y de la ciudadanía. Sí de la ciudadanía. Esa misma a la que le cuesta reconocer que la afectación a la salud mental existe. Esa misma que ha preferido cubrirse los ojos para no ver la realidad. Esa a la que le falta empatía, compasión y solidaridad. La que sin pensarlo y erróneamente dice expresiones como: “No es nada”. " No seas tontita o tontito”. " No le prestes atención”. “Otra vez con lo mismo”. Y así podría escribir miles de palabras inapropiadas que, aunque no lo crean causan más daño que un ataque con un arma.

En nuestras casas, en el vecindario, un amigo, un conocido, en el sitio que menos creas puede estar una persona afectada y no logramos darnos cuenta hasta que llega la tragedia del suicidio. Las enfermedades mentales no se notan en las fotos de las redes sociales. No se ven fácilmente porque el dolor no es corporal. Duele el alma y el corazón. Es algo que te está incendiando por dentro. Como un volcán a punto de una erupción.

El suicidio se puede evitar con la detección temprana, con el tratamiento adecuado y con el acompañamiento de quienes estén dispuestos a ayudar.

Destaco de manera especial la labor que está realizando la Dra. Paola Eljaik, actual Coordinadora Departamental de Juventudes del Atlántico, quien lidera la red de trabajo: Habla y te sanas, a través de la cual se está atendiendo la salud mental con el apoyo de las entidades territoriales del área Metropolitana y del Departamento del Atlántico.

Si tú que me estás leyendo, no te sientes bien, te digo que busques ayuda. Sin pena. Y como se dice en el fútbol, nos llegó la hora a todos de ponernos la 10 y acompañar a quienes nos necesiten. Dejemos los prejuicios y asumamos un rol en esta misión que es de todos. Por los que ya no están. Por los que decidimos quedarnos a pesar de la oscuridad. Por los que necesitan reencontrar la luz que han perdido. Por un proceso de sanación que nos lleve al otro lado. Al lado de la creación de sueños y el esfuerzo por hacerlos realidad. Porque si hay una mejor opción y esa es la vida.

María Leonor Sierra Almanza

Abogada

Especialista en Derecho Público

Especialista en Comunicación Pública