Hezbolá posee personalidades múltiples que ilustran las difíciles condiciones en que se desarrollan las operaciones militares en las guerras contemporáneas. Al mismo tiempo y según mejor le convenga, tiene capacidad de actuar como organización terrorista, milicia armada chiita, estructura de crimen transnacional (Ej: vinculada al narcotráfico y lavado de activos), partido político con asiento en el gabinete del Líbano y organización de asistencia social para comunidades chiitas.
Sus orígenes están claramente ligados a la guerra civil libanesa ocurrida entre 1975 y 1990. Desde entonces y por casi cinco décadas, Hezbolá ha demostrado gran efectividad al servicio de los intereses compartidos con teocracia iraní en el desarrollo de operaciones militares y ataques en contra de enemigos mucho más poderosos desde el punto de vista militar, demostrando a su vez un inusitado alcance transnacional que supera ampliamente su inicial desempeño en el Líbano en contra de las fuerzas israelíes, norteamericanas e incluso frente a milicias libanesas de origen cristiano.
Según la base de datos de la Global Terrorism Database, de la Universidad de Maryland, Hezbolá es responsable de más de 500 ataques terroristas desde 1983 a 2020 en Irak, Bulgaria, Líbano, Siria, Israel, Arabia Saudita, Chipre Turquía, Egipto, Grecia, España e incluso en Argentina, donde se le responsabiliza de los atentados suicidas contra la Asociación Mutual Israelita de Argentina (AMIA) en 1994 y la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992, dejando más de 100 víctimas fatales y 400 heridos entre ambos episodios.
Israel se retiró unilateralmente del Líbano hace 24 años. En realidad, entre ambos estados no existen disputas territoriales. Lo que sí existe es una agenda de odio visceral contra el único Estado no musulmán de la región (desde el Mediterráneo hasta la India). Desde la salida unilateral de Israel de sus posiciones en el sur del Líbano en el año 2.000, la teocracia iraní optó no solamente por continuar su tradicional apoyo a Hezbolá, como ya lo venía haciendo desde el momento de su creación, sino también lograr convertir al Líbano en uno de sus siete puntos de avanzada de sus propias capacidades militares frente a Israel (Junto a Gaza, Cisjordania, Siria, Iraq, Yemen y el propio territorio iraní).
El sur del Líbano ha sido testigo del arribo de un importante número de tropas y comandantes militares iraníes. Así mismo, la milicia chiita de Hezbolá, se embarcó en un ambicioso programa de fortalecimiento táctico-operativo que incluía no solo el acompañamiento iraní en materia de asesoría y entrenamiento, sino también su generosa financiación económica y el abundante aprovisionamiento de los mejores y más avanzados equipos de misiles, drones suicidas, vigilancia, minas antitanques y rockets de amplio alcance de su robusta industria militar y la de sus aliados.
Muchos libaneses, árabes, cristianos y musulmanes sunitas, han también sido víctimas de este fortalecimiento militar que hace de Hezbolá un actor mucho más poderoso que el propio ejército libanes.
Desde hace 1 año, con los ataques de 07 de octubre, Hezbolá ha lanzado 8.800 cohetes y misiles suicidas contra Israel.
Cerca de 100.000 ciudadanos en el norte de Israel han sido desplazados y más de 5 millones se encuentran bajo de cobertura y amenaza de fuego permanente. Ningún país se aguantaría de brazos cruzados con semejante situación de asedio y amenaza constante.
La Neutralización de miles de combatientes de Hezbolá, mediante explosión de Beepers (primer día) y RadioTeléfonos (Segundo día), así como la eliminación de la cadena de mando de la Unidad Radwan (Tercer día) y el permanente bombardeo de sus plataformas de lanzamiento de misiles son golpes sensibles a su capacidad operativa. Indican la transición hacia otra etapa de esa guerra a la sombra de baja intensidad y alta complejidad que se ha venido desarrollando en paralelo a Gaza. También evidencia que en esta etapa se podrán evidenciar continuidades de la estrategia de usar zonas densamente pobladas para el almacenamiento y lanzamiento de misiles.