Es muy doloroso empezar las consultas temprano en la mañana y que de las primeras seis, unas chicas entre 8 y 16 años, cinco hayan sido abusadas sexualmente. Es una estadística abrumadora que obliga a la reflexión sobre un tema del que nadie habla, pero que representa una realidad en nuestra sociedad en todos los estratos sociales.

Lo que me preocupa de esta estadística es que se trata de una IPS en la que trabajo hace menos tiempo y ya empieza a aumentar el número de estos casos, frente a otra en la que su frecuencia es aterradora: una semana “mala” implica 1 a 2 niños o niñas abusados, una semana “promedio” es de 4 a 7 casos.

Suena horrible lo que voy a decir, pero gracias al absurdo número de casos he podido aprender a diferenciar un síntoma muy importante para hacer un diagnóstico diferencial de una psicosis por supuestas alucinaciones visuales. Atendí adolescentes y adultos jóvenes de ambos sexos de los que se decía que tenían alucinaciones visuales, pero cuando les pedía que me describieran la alucinación, la mayoría coincidía en una imagen “como la figura de un hombre al que no se le distingue la cara”.

Ante esta respuesta, el entrenamiento como paidopsiquiatra me recuerda la máxima: piensa mal y diagnosticarás bien. Así que, les hago la pregunta aclaratoria: ¿No será que, estando más pequeña (ño), alguien te tocó, te manoseó, hizo cosas en tu cuerpo, hizo que lo tocaras, o dijo que te pasarían cosas malas si lo contabas?

Las lágrimas que empiezan a aparecer descartan la alucinación y confirman otro diagnóstico, el trastorno de estrés postraumático, es decir, todo aquello que queda en la mente de una persona que es sometida a una situación extrema que sobrepasa cualquier mecanismo de defensa, hasta cuando se quiebra y aparecen los síntomas. Tema de otro escrito.

El abuso sexual es el ejemplo para definir atrocidad, vale decir, el acto abominable de un ser humano en contra de otro, lo cual deja en la víctima una herida para toda la vida. No hay agua, esponja y jabón capaces de borrar esa mancha del cerebro y las consecuencias sobre el desarrollo de su personalidad.

Aclaración necesaria. Cuando se piensa en abuso sexual la primera imagen es la del acceso carnal. Que un adulto le diga a una niña que le da un juguete si se deja besar o acariciar, a un niño que se deje tocar los genitales, o pedir que le toque los suyos, mostrar sus genitales, mostrarles imágenes pornográficas, inducir a que un menor le haga toques sexuales a otro, son formas de abuso sexual tan deletéreas para el menor como la penetración.

Esa es la razón de los falsos negativos en las evaluaciones.

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