Después de 1928, cuando se descubrieron la penicilina, las sulfas y posteriormente otros antibióticos, un gran porcentaje de personas se salvaron de morir por enfermedades infecciosas, infecciones respiratorias, de piel y sus anexos, y en general, todas las infecciones, parecían curarse. Pero en los años recientes, las bacterias, y otros gérmenes, han creado mecanismos de defensa, que parecen ignorar, los antibióticos, constituyéndose en una gran amenaza para la sobrevivencia de los humanos y otras especies. En un reciente análisis de la revista Lancet se calcula que la resistencia a los antimicrobianos (RAM por sus siglas en inglés) podría matar en el próximo cuarto de siglo en el mundo a más de 39 millones de personas de forma directa y a 169 millones indirectamente asociadas con otras enfermedades. Este efecto será mayor en el grupo de edades superiores a los 70 años. Otros estudios, incluyendo algunos nacionales, concuerdan en que, las formas de resistencias de las bacterias, tienen una progresión favorable, debido a que los mecanismos de resistencia, aparecen más rápido que la producción de nuevos antibióticos para cuya utilización, se necesita un promedio de alrededor de 10 años. Contrario a esta difícil forma de evitar las resistencias, existen otras, más efectivas y prácticas, que empiezan por hacer, un uso cuidadoso y estricto de los medicamentos actuales, ya que con su masiva utilización se ha impulsado la resistencia, en circunstancias en donde no se necesitan, o cuando se hacen en dosis inadecuadas o incompletas.

Colombia ha tenido un crecimiento progresivo intermedio de las resistencias bacterianas, diferente de otros países, en donde la utilización de antibióticos es más desorganizada.

El Profesor de la Universidad de Harvard, Thomas O’Brien, director del Programa de control de antibióticos en la Organización Mundial de la Salud, organizó un sistema de vigilancias bacterianas, (WHONET) en el que participé, durante mi formación en Infectología, el cual sigue siendo, una de las mejores herramientas mundiales, para la vigilancia epidemiológica de resistencias bacterianas, al cual se han sumado otros, con consideraciones propias de cada país. El Dr. O’Brien, predijo las graves consecuencias que, en el momento estamos viviendo al descuidarse, como elemento fundamental la formación seria y eficiente de profesionales en el uso de antibióticos y del personal sanitario correspondiente, infectólogos, farmacólogos, y otros, para lograr controlar la dispensación de estos medicamentos, lo cual es urgente, para evitar el crecimiento, de lo que podría evolucionar, a una de las peores pandemias de la humanidad.

Aunque, algunas asociaciones e instituciones públicas y privadas, han elaborado programas para enfrentar las resistencias, los resultados siguen siendo muy pobres. Se necesita una intervención directa del Estado, con el establecimiento de una política pública que, por una parte, impulse los conocimientos en el uso de antimicrobianos al personal de salud en forma creciente de acuerdo a su formación, para tratar de evitar el crecimiento de las resistencias a los medicamentos y las muertes evitables en el caso de una intervención oportuna. Los antibióticos deben ser usados de acuerdo con la enfermedad infecciosa que corresponda, la bacteria detectada, y formulados correctamente, para que, utilizados en sus dosis correspondientes, sigan siendo elementos salvadores de vidas, tanto en el medio hospitalario como ambulatorio.