Llevamos décadas desde las regiones pidiendo más autonomía, incluso la Constitución del 91 plasmó la necesidad de la descentralización administrativa. Pero tantos años después poco o nada se ha avanzado en ese frente y la sensación de frustración solo aumenta, porque en los últimos 20 años se ha centralizado más el país, y las soluciones se alejan cada vez más de los ciudadanos.

En todas las esquinas del país, se siente la desesperanza ante la falta de soluciones por parte de un Estado que se siente lejano. No importa la región en la que te encuentres todos sentimos y queremos lo mismo: seguridad, salud, educación, vivienda y oportunidades. Lo que no hemos entendido en Colombia, es que las soluciones para cada tema, en cada región, son diferentes, y es en esta circunstancia donde el centralismo con sus pliegos tipo, sus diseños tipo y soluciones generalizadas, evita que las respuestas sean más eficientes.

Lo que funciona en Bogotá puede fallar en Barranquilla, y lo que sirve en Antioquia no siempre es viable en el Pacífico. Un ejemplo claro actualmente es la seguridad: la estrategia de seguridad del Cauca no puede ser la misma que se aplique en Barranquilla, ni la de La Guajira. Poco importan las buenas intenciones de Bogotá; desde el escritorio es muy difícil solucionar los problemas de las regiones.

La única forma de solucionar es con recursos, “muéstrame tus impuestos y te mostraré tus principios”, dice Elizabeth Warren, senadora de Estados Unidos. En otras palabras, sin plata todo es carreta. Ya está bueno que el poder central crea que, por corrupción o ineficiencias, es mejor tomar todas las decisiones desde la capital, más aún cuando en los últimos años desde el gobierno central no se han salvado de ese flagelo, como vimos con casos como Odebrecht, Reficar o la Ungrd y la falta de ejecución del Gobierno nacional, demuestra que la plata de todos se la pasa es en fiducias.

Como anillo al dedo cae la propuesta del gobernador de Antioquia, en la que se pasan los ingresos de la renta directamente a los departamentos. Imagínense disponer de esos recursos para dejar de depender del Gobierno nacional y resolver los problemas locales como el de Air-e; o si es Cartagena, invertir de manera decidida en turismo, o si es Córdoba, gastar de manera intensiva en agro, o si es en Cauca, financiar la sustitución de cultivos. En el fondo, dejar de depender de que a alguien en Bogotá se le ocurra una solución acorde para las regiones.

Después de 200 años de centralismo, el papá tiene que empezar a confiar en sus hijos, y viendo la buena unión que hay entre los gobernadores y alcaldes, todos deberían montarse en la propuesta del gobernador de Antioquia y sacarla adelante. Ese sí sería el verdadero cambio, alejarnos por fin de la trampa del centralismo.