Cuando un director como Fernando Trueba ha realizado obras tan memorables como Belle Epoque (1992), ganadora de un Oscar, La Niña de tus Ojos (1998), o Calle 54 (2000), las expectativas son muy altas. En su nueva película, Isla Perdida, el reconocido cineasta español incursiona en el idioma inglés con una historia romántica que da un giro inesperado hacia el thriller en su desenlace. Sin embargo, no logra el nivel de las anteriores.
Alex (Aida Folch) es una joven española que llega a trabajar como camarera en un restaurante en una exótica isla de Grecia. Allí se encuentra con el propietario, Max (Matt Dilon), un estadounidense que se muestra reservado y distante, casi agresivo, tanto con sus empleados como con los clientes, incluido el encantador Chico (Juan Pablo Urrego).
A pesar del carisma y la extroversión de Chico, quien invita a Alex a diversas actividades y le inspira confianza, ella se siente atraída por Max, cuyo misterioso pasado se hace cada vez más intrigante, aunque también inquietante y peligroso a medida que la verdad se va revelando.
La narrativa se divide en tres partes, representadas por las estaciones de verano, otoño e invierno, que marcan la estructura del trabajo del restaurante y sirven como metáfora de la evolución de la relación.
El verano, temporada alta para el turismo, es cuando el negocio prospera y la atracción entre ambos florece. En otoño, el flujo de visitantes disminuye, el silencio se intensifica, y los secretos del pasado de Max se empiezan a revelar. Finalmente, el invierno frío y oscuro, es el momento en que ambos personajes se enfrentan a la verdad y deben tomar decisiones difíciles.
La rápida transformación del guion, escrito por Trueba y Rylend Grant, no resulta completamente convincente, y si bien tales cambios rompen la monotonía de una narración convencional, en este contexto se sienten poco creíbles.
La profundidad de análisis que se presenta en otras obras de conflictos de parejas aisladas como sucede en Winter Sleep, no se logran en esta producción, y tampoco a nivel del thriller se ven los perturbadores excesos del propio Dillon en The House that Jack Bilt.
La ambientación se sitúa a principios del siglo XXI, con algunas referencias, como los teléfonos sin acceso a internet, y una alusión al ataque a las Torres Gemelas en New York. Como siempre, la conexión de Trueba con el jazz es evidente tanto en la música como en el personaje de Max.
Se presenta en teatros.