Claudia Sheinbaum se posesionó esta semana como la primera presidenta de México, un logro histórico que debería haber sido celebrado por su trayectoria y por ser la primera mujer mexicana en lograrlo, marcado la pauta no solo en su propio país, sino en países como el nuestro, que están listos para tener una mujer al mando. Sin embargo, aquí en Colombia en lugar de destacar estos temas, la noticia se vio empañada por menciones de sus presuntos vínculos con el M-19, intentando presentar su triunfo como una victoria de ese extinto grupo guerrillero.

En Latinoamérica, las guerrillas y movimientos revolucionarios han marcado la historia política, y Colombia no ha sido la excepción. Pero es precisamente por esa razón que no deberíamos romantizar estos episodios. En un país donde la guerra aún cobra víctimas y la polarización e incertidumbre son el pan de cada día, no podemos darnos el lujo de enviar el mensaje de que las armas son el camino para alcanzar el poder o el éxito. Las instituciones democráticas están diseñadas para que prevalezca la voz de la mayoría, y el uso del terror no tiene cabida en esa ecuación. Qué peligroso es vender ese pasado violento como una vía legítima hacia el triunfo político.

En Colombia, si algo puede reconocérsele a Gustavo Petro, no es su militancia en el M19. Su verdadero logro fue haber abandonado las armas para integrarse a la vida democrática, construyendo su carrera política a partir del voto y la participación ciudadana. Que él mismo sugiera lo contrario, solo le resta valor a su trabajo y sus triunfos como líder de la oposición y político durante décadas.

No sabemos a ciencia cierta si Claudia Sheinbaum fue o no militante del M19. Lo que sí es claro es que ha forjado una larga carrera en México, por fuera de cualquier relación con ese grupo, y es gracias a esto la primera mujer presidente en su país. Por esto, el reconocimiento, no debería ser a costa de un movimiento guerrillero que desapareció hace décadas, sino por el triunfo de una mujer que representa a la izquierda latinoamericana, la cual ha avanzado dentro de la participación democrática. Esa izquierda que lucha por temas sociales, por la equidad, y que necesitamos que siga profundizando el debate público.

El mensaje es desafortunado y no podemos seguir vendiendo la idea que ser malo paga, que con violencia es que se llega lejos; menos aún puede ser este el discurso de un jefe de Estado. Ojalá se enfocaran en resaltar los logros de su trayectoria, en celebrar los avances que han alcanzado en nuestros países, poniendo sobre la mesa las injusticias sociales, que nadie puede negar. El error es insistir en revivir fantasmas del pasado y vanagloriarse con episodios oscuros, que tanto daño causaron al país. La verdadera victoria está en la democracia, no en la violencia, y el momento está dado para que las mujeres ocupen su rol dentro de ella, como la nueva presidenta mexicana nos está mostrando.