La despedida fue un adiós. El paciente confinado, acompañado de su esposa, mirando lejos y con las escleras melancólicas. ¿Porque le tocó esta lesión cuyo tratamiento incierto solo deja malos recuerdos? La WHO los clasifica según el grado histopatológico: Grado I y II de bajo grado, Grado III anaplásico y, como el de mi compañero y alumno, Glioblastoma Multiforme (GBM). No hay duda de que la resección macroscópica radical de la lesión tiene innumerables ventajas e impacta su historia natural. Lo importante es que las áreas vecinas del cerebro o áreas elocuentes no sufran ninguna lesión. Afirmar que la cirugía hoy día ofrece innumerables ventajas, cierto: resecar el tumor sin lesionar el cerebro.
El GBM es un tumor de rápido crecimiento, invasivo, con una mezcla heterogénea de células astrocitarias, necrosis, proliferación vascular y exagerada mitosis. Se presentan 2-3 casos por 100.000 personas y la supervivencia alcanza los 12 meses. Los que no se someten a tratamiento solo consiguen 4 meses. La enfermedad se desarrolla entre dos a tres meses y un porcentaje mínimo,7%, alcanza a sobrevivir 5 años.
Sabemos que además del examen clínico estos pacientes y sobre todo aquellos con Glioblastoma Multiforme necesitan TAC, Resonancia de cerebro y quizá PET: El tratamiento convencional tiene limitaciones y especialmente en aquellos tumores de alta malignidad. Identificar áreas disertas es clave y estos tumores alcanzan casi en un 60% estas zonas. Recordamos a Penfield, y como la estimulación eléctrica de estas áreas vecinas, son una gran ayuda en delimitar la lesión y sus relaciones.
Para la certeza quirúrgica existen dos marcadores de gran utilidad: permiten demarcar la lesión. La fluoresceína y el 5-ALA (metabolito de la hemoglobina). Recorren sin dificultad los caminos donde la barrera hematoencefálica ha sido destruida. Los gliomas de alto grado como el GBM, por su carácter infiltrante e invasivo, se confunden a veces con el tejido cerebral. Este tipo de marcadores, dado antes de cirugía, se acumula en las células del glioma y depende su difusión de la neovascularización y alteración en la barrera hematoencefálica. Las cifras hablan: 70% de resección total con marcadores y cuando se practica la cirugía convencional, corriente, es del 35%. Otras ayudas en cirugía incluyen el Ultrasonido, la TAC en salas y las imágenes -funcionales o no- de la resonancia nuclear magnética del cerebro. A pesar de sus altos costos ofrecen grandes ventajas y especialmente una extensión mayor en el momento de retirar la lesión. Para distinguir lesiones tenemos también la histología de Raman que usa los marcadores bioquímicos para detectar la lesión (revela la dispersión de la luz, su infiltración tumoral y con inteligencia artificial alcanza 94,6%)
Hay herramientas que facilitan la cirugía: procedimientos estereotáxicos y el sistema de navegación. Esto permite localizar exactamente las lesiones. Existen otras, el Ultrasonido de Alta Intensidad o la terapia con Láser Intersticial Termal. Son instrumentales en donde se coloca sobre la superficie del tumor la campana y esta genera una temperatura exagerada produciendo necrosis tumoral.
La fase siguiente -nunca hay descanso- en el tratamiento del Glioblastoma Multiforme son los agentes citotóxicos. Señalamos la temozolamida y el medicamento antiangiogénico bevacizumab. Para el glioblastoma recurrente, la media de supervivencia con estas drogas alcanza 5 meses. Como la inmensa mayoría de las quimios empleadas inducen daño al material genético, llevan al colapso celular y muerte.
Se habla que lo más difícil de vivir con un glioblastoma, tumor cerebral mortal, es conocer y hacer amistad con pacientes recién diagnosticados. Escuchas sus historias, le cuenta la suya y luego estos pacientes decaen y se complican. Le da ánimo, el tumor no da chance y los enfermos fallecen. Es una triste historia. El diagnóstico precoz ayuda a detectarlos y más si focalizamos los factores de riesgos: trastornos genéticos, neurofibromatosis, antecedente de radioterapia, Síndrome de Lifraumen. Quizá tener en cuenta la transición que puede ocurrir y un astrocitoma grado II o uno anaplásico pueden terminar en glioblastoma multiforme (tumor secundario). Conocemos que se diseminan a través de las vías nerviosas y borran todos los límites en el momento del diagnóstico.
Esta es una enfermedad incurable. Menos del 1% sobreviven 10 años y en el cerebro este pincel maligno va dibujando características clínicas que incluso a veces el individuo se asombra.