Un día cualquiera, una mujer cualquiera me habló sobre cuánto disfrutaba escribir cuando era una adolescente que, a través de las letras, buscaba entenderse a sí misma en un mundo que suele ser inentendible. «Y… entonces, dejé de hacerlo», me dijo con la misma resignación con la que un viejo habla cuando ya todos los trenes de la vida han pasado frente a sí, sin haber decidido a tiempo embarcarse en ninguno que le condujera a ese destino soñado que mal llamamos felicidad.

Su madre, que la veía llenando cuadernos con palabras —para ella, inútiles—, le insistió tanto en que eso de escribir no servía “para nada”, que ella desestimó su propio placer para darle gusto a mamá. Si esta última, y muchas otras, lograran dimensionar la magnitud del galardón que recién le concedió la Academia Sueca a Han Kang —la primera mujer asiática en recibir el Premio Nobel de Literatura—, quizás nuestra historia como género en esta y otras lides sería aún más prolífica.

Desde que en 1901 se entregó por vez primera el Nobel de Literatura, van apenas dieciocho mujeres en ser coronadas con ese sueño —frustrado, para la gran mayoría— de todo ser humano que escribe. En 2024, la surcoreana de cincuentaitrés años que, apoyada en la palabra, establece puentes entre lo intrascendente y lo profundo demuestra una vez más que la construcción de imaginarios mediados por el abecedario, en el idioma que sea, no solo es una forma de manifestar que hay vida, sino también una posibilidad alterna de vivir.

«Si pudieras vivir como deseas, ¿qué harías con tu vida?», pregunta Kang a través de un personaje de su novela Europa (2019). Para la autora más joven en la lista de nobeles galardonados de los últimos treintaisiete años, escribir no es otra cosa sino «hacer preguntas»… ¿Existe una mejor manera de pensar y hacer pensar? Aunque ha dicho «no escribo respuestas», la autora de La vegetariana (2017) las da con ese gran interrogante humano que representa a su obra y a ella en sí misma.

El comité del Nobel ha destacado a Han Kang «por su intensa prosa poética, que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana». Ha dicho que «tiene una consciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una innovadora de la prosa contemporánea». Hoy, Kang se ve recompensada con el Nobel, como antes lo alcanzaron Gabriela Mistral, Doris Lessing, Svetlana Aleksiévich o Annie Ernaux… Qué valioso es que ellas, y otras más, hayan logrado enseñar a puño y letra que nobel también se escribe con ‘m’ de mujer.