La transición demográfica, fenómeno que describe los cambios en las tasas de natalidad y mortalidad a lo largo del tiempo, ha sido uno de los principales motores de la evolución económica y social de la humanidad. La historia reciente muestra que, desde finales del siglo XVIII, los países han experimentado estas transformaciones a diferentes ritmos, afectando significativamente sus estructuras poblacionales y, por ende, sus economías. En la actualidad, Colombia atraviesa una nueva fase de cambio demográfico que presenta desafíos complejos y oportunidades clave para su futuro.

Tradicionalmente, la transición demográfica se ha dividido en cuatro fases. La primera etapa se caracteriza por tasas elevadas de natalidad y mortalidad, lo que resulta en un crecimiento poblacional bajo. En la segunda etapa, la mortalidad disminuye drásticamente gracias a los avances en medicina, saneamiento y nutrición, mientras que la natalidad se mantiene alta, generando un rápido aumento de la población. Esta fase, en muchos países europeos del siglo XIX, marcó el inicio de su transformación en sociedades modernas. En la tercera etapa, la natalidad empieza a descender debido a cambios sociales y económicos, lo que desacelera el crecimiento poblacional. Finalmente, la cuarta etapa se define por niveles bajos y estables tanto de natalidad como de mortalidad, dando lugar a poblaciones envejecidas.

En las últimas décadas, Colombia ha experimentado una acelerada transición demográfica. Un vistazo a las cifras demuestra esta transformación: en 1950, la tasa de natalidad era de 45 nacimientos por cada 1,000 habitantes; para 2024, según los datos preliminares del DANE, esta cifra ha caído a cerca de 12. Asimismo, la tasa de mortalidad ha descendido de 18 defunciones por cada 1,000 personas a 7. Este proceso, aunque generalizado, presenta variaciones regionales importantes. Las proyecciones indican que, en 2024, el país registrará alrededor de 480,000 nacimientos, lo que representa una disminución del 38% en los últimos 20 años.

El envejecimiento de la población es una de las principales consecuencias de estos cambios. Con menos nacimientos y un número creciente de personas mayores de 65 años, Colombia enfrenta una reducción en la oferta de mano de obra joven, lo que podría generar tensiones en sectores que requieren habilidades especializadas, especialmente en áreas como las tecnologías digitales. Además, la demanda de bienes y servicios enfocados en la infancia, como la educación o los productos para niños, está disminuyendo, mientras que aumenta la necesidad de servicios de cuidado prolongado y bienestar para la población mayor.

En términos de salud pública, la transición demográfica traerá consigo un incremento en la prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, lo que elevará la presión sobre un sistema de salud que ya enfrenta desafíos considerables. El envejecimiento poblacional incrementa la demanda de atención médica a largo plazo, al mismo tiempo que aumenta el costo de brindar estos servicios de manera equitativa.

Desde hace un par de décadas, el gobierno colombiano ha puesto en marcha diversas medidas para mitigar los efectos económicos y sociales de esta transición. Sin embargo, el ritmo acelerado de estos cambios demanda ahora respuestas más rápidas y contundentes. La reforma del sistema de pensiones y la construcción de un modelo de salud equitativo y sostenible ya no son solo medidas necesarias, sino también un imperativo ético que definirá el bienestar de las nuevas generaciones.

Adaptarse ya no es una opción, es una responsabilidad.