“Pon tu dinero en lo que dice tu boca”, es la traducción de ese viejo refrán inglés. En palabras de Alberto Menghini: “La COP16 va a ser el lugar en que los países nos vamos a poner de acuerdo en qué valor vamos a poner para que el bosque de pie valga más que el bosque tumbado”. Dicho por el propio Jefe de Cooperación de la Unión Europea en Colombia, es la postura correcta, aunque inusual, de los países desarrollados. Colombia se merece como pocos países ser sede de esta versión de la COP de Biodiversidad. No debemos desaprovecharla, como suelen hacer nuestros gobernantes, prestos a ofrecer sacrificios de sus gobernados a cambio de nada, para ganar reconocimiento con sus amigos del kínder mundial con camándula ajena.

Con una excepción para imitar: La COP 3, del calentamiento global, en diciembre de 1997, más conocida como Protocolo de Kioto, fue la primera que adoptó objetivos concretos. Pero para hacerlos vinculantes debería ser ratificado por una alta mayoría de países, lo que inició una carrera de presiones a todo nivel. En Colombia se constituyó un grupo de trabajo público-privado, liderado por los ministerios de Ambiente, Minas y Relaciones Exteriores y representantes gremiales y empresariales involucrados. Resalto que en él no había negacionistas ni contradictores del vínculo entre los combustibles fósiles y los riesgos del cambio climático. Sin embargo, para mitigar los efectos que las medidas propuestas tendrían sobre los países productores de carbón, petróleo y gas, así como la pérdida de oportunidad que los países en vías de desarrollo tendrían versus la bonanza de energía abundante y barata que habían aprovechado los países desarrollados por dos siglos, se incluyó en el protocolo un borrador del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Colombia pertenece a ambos grupos vulnerables a las reducciones de combustibles fósiles. La recomendación del grupo de trabajo fue que Colombia ratificara el protocolo una vez el MDL fuese fortalecido y reglamentado, postergando su ratificación hasta finales de 2.000. El MDL fue ratificado formalmente en la COP 7 en 2001.

Dista esa experiencia del entreguismo ambiental en que hemos visto a los últimos gobiernos. Santos haciendo concesiones innecesarias e inanes en París, Duque proyectos eólicos en la Guajira apresurados y desamparados, Petro dispuesto, como Abraham, a sacrificar el 1% de la producción mundial de carbón de su pueblo para probar sus convicciones. Hay mejores formas de que ganemos todos. Ojalá lo hagamos mejor en Cali.