Shakira. La reina vuelve a casa después de casi siete años sin pisar una tarima en Barranquilla. La última vez que medio lo hizo fue el 19 de julio de 2018, durante la inauguración de los Juegos Centroamericanos. Y digo “medio” porque fue más una cortesía que una presentación real. La última vez que nos regaló un concierto completo fue en 2006 con su gira Fijación Oral, cuando muchos de los que hoy sueñan con ir a su próximo concierto aún no habían nacido. Entre ellos, mi hija Gabriela, quien desde que se anunció la plaza, no dejó de recordarme, día tras día, la compra de la boleta.
Como buen fan, me inscribí en la preventa y guardé con esmero ese preciado código alfanumérico de 12 dígitos que me envió la plataforma.
Cuando llegó el día, veinte minutos antes de que comenzara la preventa, me senté frente al computador con la tarjeta del banco en una mano y el papelito con el código en la otra. Cuando pensé que ya lo había logrado, me recibió una barrita azul que avanzaba a paso de tortuga. “Estás en la fila virtual”, decía un letrero.
Cincuenta y seis largos minutos estuve frente a la pantalla, con el dedo listo para teclear el bendito código. Y cuando al fin llegó mi turno, un banner en letras blancas sobre fondo oscuro me dio el golpe de gracia: “Boletería Agotada”.
¡No puede ser! Si tenía mi código alfanumérico ganado con antelación, ¿cómo era posible? Entré a las redes sociales buscando alguna explicación. Fue allí donde descubrí la verdad amarga: mi código no era único. Era el mismo que le habían dado a miles de personas que, como yo, caímos en la trampa de la preventa.
Afortunadamente, anunciaron una segunda fecha. No quiero repetirles la historia completa, pero les adelanto que ocurrió casi lo mismo. Esta vez logré comprar boletas, pero no en la ubicación deseada, sino en la que quedaba disponible.
Este fenómeno va más allá de la alta demanda por ver a la Loba de Pies Descalzos, una artista que, sin duda, se merece todo. Aquí hay algo más turbio: el lucrativo negocio de los revendedores.
El negocio de la reventa daña la experiencia del espectáculo. Y da tristeza darse cuenta que los organizadores hagan poco y nada para “democratizar” el acceso.
Shakira! Todas las boletas no están agotadas, ¡muchas están secuestradas! Y el desproporcionado precio de rescate está a la vista en plataformas transaccionales no oficiales.