Las arremetidas propagandísticas del Grupo Argos en defensa de Ciudad Mallorquín seguramente le han representado un torrente de dinero en gasto publicitario. Presentarla como el lugar ideal para vivir es el objetivo, para lo cual han apelado a notas alabanciosas como la del miércoles pasado en el portal del diario La República.
El texto, titulado jactanciosamente ‘Proyecto Ciudad Mallorquín en Barranquilla se acerca a las 10.000 viviendas vendidas’, arranca con una afirmación que es todo un escamoteo a la verdad periodística: “En el marco de un notable crecimiento del sector inmobiliario en Barranquilla y su área metropolitana, Ciudad Mallorquín se está posicionando como un destacado ejemplo de desarrollo urbano”.
El redactor que produjo este lead o primer párrafo, como en el conocido juego ‘¿Dónde está la bolita?’, tapó sagazmente el lado dañino de Ciudad Mallorquín en lo ambiental, en movilidad y en servicios públicos.
El artículo de La República no dice que ese “destacado ejemplo de desarrollo urbano” es el resultado de una intencionada violación a las normas urbanísticas, pues se está construyendo en alturas hasta de 20 pisos en VIS en Ciudad Mallorquín cuando en esa modalidad de vivienda solo están permitidos 3 pisos con altillo. La acentuación laudatoria está colocada en la contabilidad jubilosa de las casi 10.000 viviendas vendidas.
Viviendas que si vamos a su morfología arquitectónica son cajas de fósforos. O ataúdes, como los llamó el profesor José Amar, con certero humor metafórico, en una de sus excelentes columnas de este diario. Ataúdes que entiendo no llegan a los 50 metros cuadrados y que entregan, además, en obra gris, de acuerdo con los testimonios de personas que compraron, lo que traduce que deben hacer una inversión considerable en los acabados de sus apartamentos.
Pero no solo es La República. También los corifeos locales de Ciudad Mallorquín se abstienen de mencionar las múltiples afectaciones del proyecto y en particular la burlada al PBOT de Puerto Colombia en el tema de las alturas VIS con la anuencia del alcalde de entonces y de la Oficina de Planeación.
Frente a los daños de Ciudad Mallorquín hay gente que ha optado por una deliberada ceguera. Estos apologistas solo endiosan los 16.000 apartamentos de la actual etapa. Ignoran las lesivas consecuencias de esta arquitectura antiambiental. Solo ven las ventas billonarias del proyecto y sus ganancias, los prediales que ensancharán la brumosa tesorería pública de Puerto Colombia. El colmo sería mostrar a Ciudad Mallorquín como paradigma urbanístico de paz con la naturaleza en la COP16.