Estos son los 10 días más importantes para mí en el año porque enmarcan una rumba maternal que arranca desde el cumpleaños de Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso, Celia, el 21 de octubre, hasta el cumpleaños de Ana Elvira Pedraza Varela de Martínez, Anapé, el 31.
Me conocí con Celia en 1982 en una de las ocasiones en que se presentó en esta ciudad por un escrito que hice para ella en el Diario del Caribe titulado Historia Clínica de Celia Cruz, el cual leyó y me hizo llamar para conocerme. Uno de los momentos más intensos en mi vida al tener la oportunidad de mirarla de cerca fuera del escenario, escuchar la melodía natural de sus cuerdas vocales en una conversación. Y esa risa de trompeta. Y la elegancia de sus gestos. Y el baile de sus manos. Y esa energía que contagia.
Me conocí con Anapé en Santa Marta en 1950 cuando me parió un martes de carnaval y, a partir de entonces, mi cumpleaños ha coincidido en varias ocasiones con estas festividades; tengo fotos de mi infancia partiendo una torta y todos tenemos unos disfraces dignos de competencia mundial. Fui recibido en este mundo por una mujer que me educó con un timbre de voz sereno y firme. Y una risa modulada de acuerdo con las circunstancias. Y la gestualidad de la maestra de escuela. Y el ritmo de sus movimientos al escribir en el tablero. Y esa energía para mantener la atención de sus alumnas.
En la navidad de ese año Celia me envió una tarjeta que decía “Dr. Martínez Pedraza, muchas gracias por la historia clínica, muy divertida. Su amiga Celia Cruz”. Fue un impacto doble, primero la sorpresa y, segundo, su letra es igual a la de La Seño Anapé. Eso fue lo que hizo posible el milagro de mi doble maternidad.
Por fortuna, conservo esa tarjeta, porque las fotos del día en que nos conocimos se dañaron y, para remate, metieron la mano en el mensaje que envié cuando terminé la especialización y sacaron varias cosas, incluidas esas cartas. Pérdida irreparable.
Por fortuna, tengo muchas fotos bailando con mi madre en su cumpleaños porque se los gozaba de principio a fin; ella fue quien nos enseñó a mi padre, a mi hermana y a mí a bailar charlestón, foxtrot, twist y los bailes tropicales de la época porque estaba al día en los ritmos de la actualidad.
También me ocurrió una pérdida irreparable con ella. El sábado de carnaval de 2003, me tocó llevarla a enterrar al cementerio porque se me murió el día anterior de forma súbita y sin que hubiera síntomas de alarma, antes bien, se preparaba para ver los desfiles al día siguiente.
Así que, en estos 10 días, estoy en el pechiche total con las memorias de mis dos madres.