Esta pregunta es personal y un muy usado ‘lugar común’: A la hipotética isla desierta, ¿cuáles serían los cinco libros que usted llevaría? F. Arjona F., B/quilla

Toda selección es algo íntimo y no admite desacuerdos, por lo que cada quien puede decir que la suya es la ideal. En la isla desierta, yo releería Doctor Fausto, de Thomas Mann; El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell; Mujeres enamoradas, de D. H. Lawrence; Obras completas, de Borges (vienen en un solo tomo), y Cien años de soledad.

Como García Márquez escribió escasísimos ensayos, a diferencia de otros grandes novelistas, escuché que su cultura no era universal; que él era solo talento para la fábula. Cristóbal Marroquín, Bogotá

Nada más alejado de la realidad. Así como su vida, la cultura de García Márquez sí fue universal. Lo que pasa es que la suya no era una cultura de salón o de academia, pues él lo que quería era ser artista, y por eso no condescendía con la ensayística ni con las maneras protocolarias del arte literario. Muy distinto a Octavio Paz, Carlos Fuentes y Vargas Llosa, él no respondía a esa cultura libresca, que es la que tiene más de los libros que los libros mismos y más que el hecho de leerlos y de vivirlos. A cambio, escribía artículos periodísticos tremendos, como ese de comienzos de los sesenta del siglo pasado, cuando ya se venía Cien años de soledad, titulado “La literatura colombiana, ¿un fraude a la Nación?”, con el cual, de alguna forma, prepara el terreno para la aparición de esta última, su gran novela, porque él, además de escritor, periodista y cineasta, era un hábil publicista de su producto. La mención de que la literatura colombiana era una estafa a la Nación se ha interpretado como si García Márquez hubiera querido decir: “Ojo, aquí vengo yo, el ‘mero-mero’; vayan abriéndome paso”. En esa materia, había de tener razón, pues con Cien años de soledad iba a lograr el libro supremo del intento literario colombiano hasta hoy. En el artículo, pugnaz e insurrecto, hace el recuento desdeñoso de la literatura nacional de los últimos cuatro siglos, y proyecta que años después, como dice el novelista William Ospina, “se convertiría en el mayor escritor de nuestra tradición, el único conocido, admirado e imitado en el mundo entero”. Además, en el receptor de la gloria y de los mayores honores que la literatura destina a sus escritores sobresalientes. Todo lo anterior resume que antes de García Márquez, durante su lapso vital y después de su muerte no ha habido, y no se vislumbra otro escritor colombiano de naturaleza universal.

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