La semana que acaba de concluir en Colombia demuestra la esquizofrenia en la que vivimos. Somos múltiples países y vivimos en mundos paralelos. Veamos.

En medio de una discutida retoma del Plateado (Cauca) por parte de las Fuerzas Militares y de una inverosímil propuesta del presidente de Petro de comprar la cosecha de coca a la gente de esa zona del país, arrancamos la semana con la Conferencia de Naciones Unidas para la Biodiversidad (COP 16) que se desarrolla en Cali.

Allí el presidente Petro nos habló del apocalipsis que va a ocurrir en el planeta si seguimos destruyendo el medio ambiente. Para complementar esa visión, los días siguientes se refirió sobre la posibilidad de militarizar la ciudad de Bogotá para evacuar 8 millones de personas porque habría un racionamiento de agua a partir de marzo del próximo año. El alcalde Galán lo desmintió.

A seguida cuenta, dijo que no firmaría contratos de exploración de gas y petróleo en el país, ni permitirá más exploración de carbón porque, según él, en caso de explotarlo, acabaríamos la vida en el planeta. Otra vez la visión apocalíptica.

En paralelo a esto, 5 departamentos del país- Cundinamarca, Boyacá, Meta, Antioquia y Santander-, sufren un paro campesino y minero que ha llevado a que más de 3000 toneladas de fertilizantes no lleguen a su destino y se afecten múltiples sectores de la producción agrícola y los consumidores.

Todo esto, se entrecruzó con el informe de las Naciones Unidas en el que se estableció el aumento de las áreas cultivadas de coca en el país. Según el informe de la ONU, el país en el 2023 tenía 253,000 hectáreas sembradas frente a las 230,028 del 2022. Lo grave es que la forma de multiplicar la producción llevó a que pasáramos de 1738 toneladas de coca en el 2022 a 2664 toneladas en el 2023.

Las acciones que confirman estas nuevas cifras son evidentes. El gobierno privilegió la incautación de droga y dejó que crecieran los cultivos reduciendo de forma significativa su erradicación manual. Este aumento implicó un crecimiento de los recursos criminales que se constituyen en el combustible de la guerra en Cauca, Nariño, Putumayo, Caquetá, en el Catatumbo, en el bajo Cauca Antioqueño, entre otros. A mayor recursos, mayor capacidad de guerra de las organizaciones criminales.

Se suma a esto el debate estructural en la costa caribe, alrededor del racionamiento de gas y el posible racionamiento de energía que podría afectar a 6 departamentos en medio de la compleja situación por la intervención del comercializador Air-e y seguramente de Afinia. Una situación que según el contralor general, Carlos Hernán Rodríguez nos podría llevar a un apagón el próximo año que afectaría a 10 millones de colombianos.

Y, por último, la controversia alrededor del software Pegasus que ojalá se esclarezca sin mayor demora por parte de la Fiscalía General de la Nación y con ello terminen las especulaciones y las narrativas difamatorias que empezamos a observar en las redes sociales. En fin, una semana esquizofrénica en donde no existe una ruta, un propósito, ni una dirección para sacar al país adelante.

Estos son los mundos paralelos que estamos viendo cada semana en un país que está siendo percibido como insignificante en el entorno internacional y que empieza a colmar de pesimismo a la ciudadanía.

No queda otra alternativa que esperar a que el tiempo pase y que en el 2026 el país pueda recuperar el rumbo y la dignidad.

* Ex fiscal general de la Nación de Colombia 2020-24