El ser humano vive entre el bienestar y el dolor. Entre perseguir los sueños y alcanzarlos o no. A veces sentimos que la vida es, en realidad, un montón de sueños rotos como la canción de la Quinta Estación.
Quienes hemos perdido a nuestra madre sabemos que no hay dolor más grande que despedirla. Entre el dolor y la felicidad de haberla tenido se cuelan recuerdos, deseos y esas ganas dolorosas de que te vuelva a abrazar y te vuelta a cantar la canción de cuna. Y hasta el regaño que terminaba con un abrazo, una sonrisa y aquel “niño pórtate bien”.
Lo de este domingo ha sido demasiado fuerte. Entre el maravilloso y justo triunfo del Junior sobre el América, Howell Mena, nuestro zaguero central de 23 años, nos dio una lección de carácter. Haber perdido a su madre, ir a entrenar cuando ella permanecía en la funeraria, despedirla, regresar a la concentración y jugar el partidazo que jugó. Una mezcla de dolor y alegría.
Cuando las pantallas del estadio mostraron la foto de su madre Luz Aurora, antes del juego, mientras sonaba la corneta triste del minuto de silencio, Howell miró hacia abajo. Al terminar se secó las lágrimas que trató de contener.
Partidazo jugó Howell, como Moreno, como Navia, como Vélez, compañeros suyos de generación. Cuatro juveniles de la cantera. Partidazo diagramó Farías, partidazo jugó Chará, partidazo jugaron todos.
Cuando terminó el juego, en medio del llanto desbordado que controló durante toda la tarde, Howell comenzó a caminar hacia el arco norte, pasó por encima de las vallas hasta encontrarse con su familia, se abrazaron y se fundieron en ese dolor que lacera, en ese dolor lleno de ausencia por la madre. Tal vez sea eso, que de pronto no es la muerte, que a lo mejor es la ausencia.
La tarde del domingo nos trajo ese carrusel de los estados de ánimo del ser humano. Alegría, tristeza, lágrimas, canto de goles, abrazos y triunfo.
El fútbol bien jugado premió al Junior, Farías ha recurrido a los jóvenes y estos han respondido, los veteranos como Chará y Cantillo ya levantaron. La gente fue feliz. Y, en medio de todo, esa gesta de Howell que no olvidaremos…