Parece una producción de Hollywood que retrata una catástrofe voraz. Pero no es ficción, es la devastadora realidad. El desastre natural de proporciones trágicas que ha tenido lugar por estos días en Valencia, España, ha entregado imágenes y cifras desoladoras, producto de un fenómeno meteorológico que suele impactar a ese país en tiempos de otoño e invierno. Pero la depresión aislada en niveles altos (DANA), como es denominado técnicamente dicho fenómeno natural, no es la única responsable de la devastación monumental que, a la fecha de entrega de esta columna, ha arrasado con la vida de 202 personas.

La también llamada gota fría, descrita como «una masa de aire que se desprende de una corriente muy fría y que desciende sobre otra de aire caliente produciendo grandes perturbaciones atmosféricas acompañadas de precipitaciones muy intensas», este año no solo le está enviando un mensaje a la Comunidad Valenciana, sino también al resto de la población mundial.

El pasado 29 de octubre, en algunas zonas de España llovió en ocho horas el equivalente a lo que en todo un año. Según las entidades estatales, en ciertos sectores, se llegaron a acumular casi quinientos litros por metro cuadrado durante ese corto período de tiempo. Las numerosas escenas del que parece ser el acabose total no necesitan descripción, más sí una profunda reflexión global que no se ahogue en palabras y que trascienda hacia la acción para desacelerar el galopante avance del cambio climático.

Cientos de personas atrapadas en sus casas. Vehículos agolpados uno tras otro luego de ser arrastrados por potentes corrientes. Puentes arrancados de sus cimientos. Objetos de todo tipo dispersos por calles llenas de agua barrosa. Más de ciento cincuenta carreteras bloqueadas. Múltiples líneas de tren y rutas de bus suspendidas. Escasez de provisiones de primera necesidad… En fin, aquel panorama apocalíptico al que solo creímos habernos acercado a través del cine hoy es parte de nuestra historia más reciente.

Lo que motivó tal destrucción en el este de la península ibérica es producto de la suma de la acción de dos agentes: el natural y el humano. Porque, aunque la depresión aislada en niveles altos hizo su parte, las elevadísimas temperaturas de la superficie marina y el calentamiento inusitado de la atmósfera, ocasionado por los humanos, tienen una incidencia importante en la cantidad de lluvia que se va acumulando. Dicho de otra forma: no solo es culpa de la DANA, sino también de nosotros.