Esta semana, todas las miradas están puestas en las elecciones de Estados Unidos, un proceso que será decisivo no solo para el futuro de su democracia y sus instituciones, sino también para la estabilidad del orden global, incluida la participación de este país en la organización de seguridad colectiva más importante de Occidente: la OTAN.
Estas elecciones ofrecen un sinfín de aristas a analizar, desde cómo es posible que una de las democracias más consolidadas del mundo se enfrente a la posibilidad de que Donald J. Trump regrese al poder, a pesar de las numerosas investigaciones judiciales en su contra y una condena, así como por su papel directo o indirecto en el Asalto al Capitolio tras las elecciones de 2020.
Las encuestas no muestran un claro ganador y tampoco son un elemento definitivo para predecir quién triunfará en estos comicios. En los estados bisagra, que tendrán la última palabra, los márgenes que favorecen a Trump en algunos y a Harris en otros son de apenas uno, dos o, como máximo, tres puntos porcentuales.
En términos electorales, se esperan resultados tan ajustados como cuando George W. Bush venció a Al Gore, a pesar de que este último ganó el voto popular, o como cuando Donald J. Trump sorprendió al mundo con su triunfo frente a Hillary Clinton, a pesar de que ella también recibió más votos populares.
Es posible que ocurra lo mismo con cualquiera de los dos candidatos actuales: que uno gane el voto popular y que el vencedor definitivo sea quien logre imponerse en estados clave como Pensilvania, Nevada, Michigan, Carolina del Norte, Georgia o Arizona.
Si el resultado favorece a Kamala Harris, se espera que Donald J. Trump, quien no se ha comprometido en ningún momento a aceptar los resultados, recurra a diversas estrategias para deslegitimar las elecciones, una narrativa que ha estado construyendo a través de su red social Truth Social y mediante sus discursos.
Si Trump gana, el panorama para la democracia estadounidense será crítico, tanto para sus opositores políticos, a quienes ha amenazado en múltiples ocasiones, como para el orden global, el conflicto en Oriente Medio y la guerra en Ucrania.
Además, la incertidumbre para los migrantes indocumentados será inmensa, ya que podrían enfrentarse a amenazas de deportaciones masivas.
Estas elecciones también tendrán implicaciones para Colombia, un país que recibe el mayor volumen de fondos de cooperación estatal por parte de Estados Unidos en la región, y que ocupa el puesto diecisiete a nivel mundial, con más de 677 millones de dólares anuales.
Con Kamala Harris en la presidencia, se espera que la cooperación con el gobierno colombiano sea fluida y armónica. Sin embargo, con Donald J. Trump, cuya política es aislacionista, es probable que muchas de estas dinámicas cambien y que la relación se torne tensa, especialmente bajo el liderazgo de Gustavo Petro en Colombia.
@tatidangond