El Congreso de CAMACOL en Barranquilla es una oportunidad crucial para hacernos esta pregunta: ¿Qué futuro estamos construyendo en Colombia? El país atraviesa un momento crítico, marcado por dificultades que afectan profundamente a millones de colombianos. En este contexto, la construcción, un sector clave para el desarrollo y la calidad de vida, se enfrenta a una crisis que refleja una serie de políticas equivocadas y una preocupante falta de visión.

Uno de los problemas más graves que enfrenta el sector es el desajuste entre la demanda de viviendas y la capacidad de la construcción para suplirla. Según datos de Coordenada Urbana, cada año se forman 300,000 nuevos hogares, pero solo se producen 270,000 viviendas, dejando un déficit de 30,000 unidades anuales. Este déficit no es solo un problema de números; es una herida abierta que promueve la proliferación de asentamientos informales.

Frente a esta realidad, el gobierno ha optado por la política de “mejoramiento de vivienda” a través de programas como Cambia Mi Casa, para intentar paliar la crisis. Sin embargo, enfocarse en mejorar las viviendas existentes sin aumentar sustancialmente la construcción de nuevas unidades es una estrategia incompleta, por no decir negligente.

Los indicadores actuales del sector son alarmantes y demuestran que estamos en terreno peligroso. Las ventas de vivienda cayeron un 43.7% frente a 2022, y solo en septiembre de este año la contracción fue del 7.6%. A esto se suma una caída del 23.1% en las iniciaciones de vivienda en agosto de 2024 y una pérdida de 84,000 empleos en el sector hasta agosto de este año. En otras palabras, no solo se está vendiendo menos, sino que se está construyendo menos, y menos familias tienen empleo en el sector.

La falta de subsidios para la vivienda nueva es uno de los factores que agrava esta situación. En lugar de fomentar políticas que incentiven la construcción y hagan más accesible la vivienda para quienes la necesitan, el gobierno ha priorizado medidas insuficientes. Al no invertir en el aumento de subsidios para la adquisición de vivienda nueva, se está condenando a miles de familias a vivir en condiciones inhumanas y en asentamientos informales, en una suerte de círculo de pobreza que se perpetúa año tras año.

Hoy, la urgencia de replantear el rumbo es evidente. El enfoque actual del gobierno no solo no soluciona el déficit habitacional, sino que amenaza con perpetuar un modelo urbano caótico y precario. La pregunta clave no es si el sector de la construcción puede ser resiliente; es si el país puede permitirse un gobierno que no le da al sector el apoyo que necesita para sostenerse y crecer.

Al final, lo que está en juego es mucho más que cifras. Se trata de la dignidad de millones de colombianos. El futuro que estamos construyendo para Colombia no puede ser uno de parches y soluciones temporales. Necesitamos políticas que impulsen la construcción de nuevas viviendas y que apuesten por un desarrollo urbano ordenado, sostenible y digno.