Hola, soy abogada en una empresa que brinda asesoría jurídica a mujeres. Todos los días hablo con mujeres que aprovechan el anonimato para abrir su corazón y contarme historias que muchas veces tienen implicaciones legales. Hoy dedico esta columna a Martha (nombres ficticios), quien, después de compartir su historia, me dijo: “Doctora, saber que no soy la única jodida, solo eso, ya me hace sentir mejor”. Así que, Martha, no estás sola; siéntete acompañada y recuerda que, la vida es maravillosa aunque a veces duela y duela mucho.
Martha llegó a la edad de pensión. Ahora, finalmente podría disfrutar de la vida: dormir hasta tarde, desayunar con calma, leer, caminar, viajar. “¿Qué dices, Foncho, vamos a conocer este restaurante?”, le dijo una tarde a su marido, mostrándole un video en su celular. Foncho, sin mucho interés, levantó la mirada de su propio celular y soltó un gruñido breve de desaprobación. Ese gesto fue suficiente para que Martha sintiera una profunda desesperanza y desilusión. En ese momento, dejó de ver a su esposo como su compañero de vida. Foncho se convirtió, simplemente, en Alfonso.
Así empezó el final. Desde entonces han pasado tres meses en los que no duermen juntos, no comparten las comidas y apenas se hablan. Martha retomó su afición por la natación; sus hijos son adultos y ya tienen su propia vida. Yo, como abogada, necesitaba saber más y le pregunté si ese único momento había sido suficiente para tomar la decisión de divorciarse. Martha me explicó que habían sido años de un matrimonio infeliz (para ella), años de silencios, ausencias, sospechas de infidelidad, inversiones fallidas, estaba con un “todo poderoso”. Me dijo: “No aguanto más, aún tengo fuerza y vida, y no quiero seguir con esa nube negra que me quita las ganas de vivir. Yo siento que he crecido, que he avanzado, y él se quedó atrás. Solo quiero vivir tranquila y sin él”.
La escuché con atención y respeto. Me habló con tanta determinación que no me dio espacio para ayudarla a pensar y confirmar su decisión. Quise decirle que creo que el amor es la fuerzas más poderosa que existe, que nos transforma y nos ayuda a crecer, perdonar y ser feliz y que el primer amor que hay que rescatar, es el propio. Martha me buscaba no solo para desahogarse, sino para recibir una guía legal clara sobre el proceso que estaba próxima a iniciar. Así que, respiré y le dije, “bueno aquí te explico todo lo que necesitas saber para iniciar tu proceso de divorcio”. Le dije que en su caso, lo más importante sería concentrarse en la liquidación de la sociedad conyugal, que implica dividir en partes iguales los bienes y las deudas vigentes adquiridas durante el matrimonio. Si llega a un acuerdo, se formaliza en una notaría, o, si no debe iniciar un proceso judicial de divorcio. Martha apenas comienza su camino, y desde el derecho y desde el cariño, estaré a su lado para escucharla, acompañarla y guiarla. Esperemos a ver que más tiene para contar.
Carolina Solano
Abogada y Fundadora de
WAIAS SAS