El ejercicio de la política en Colombia rompió con el paradigma de que “todo tiempo pasado fue mejor”.

han hecho especial énfasis en construir la “peor versión” del ejercicio de la política. La percepción más nefasta de la administración pública, una hegemonía partidista con repartición del poder y una actividad política reservada para una “clase especial” han sido introyectadas en el sentir e imaginario de la Nación.

De tal suerte, que la palabra “cambio” durante años ha sido explotada proselitistamente. Sin duda, gobierno tras gobierno, representan un “cambio” para que nada “cambie”, todo siga igual, particularmente la mirada de la cosa pública como medio para enriquecerse del apetecido erario.

Como sociedad no hemos podido construir el cambio necesario para consolidar una sociedad más justa, culta y equitativa. La política se ha convertido en la tragedia nacional que arrasa con los sueños de un pueblo que insiste en creer que es posible un “cambio” a través del voto como catalizador de la democracia

Urge un cambio político en Colombia jalonado por un ejercicio proselitista que sobrepase la hegemonía de la derecha recalcitrante y las falsas ilusiones de la izquierda delirante, extremos nauseabundos proclives por igual al desmantelamiento del Estado social y gestores del paroxismo en que se encuentra la Nación. La construcción de Colombia como un Estado viable requiere un gobierno que no sea ni de derecha ni de izquierda. Para ello, se necesita el liderazgo de un estadista elegido en 2026, quien se comprometa por lo menos con los siguientes cinco ejes estratégicos fundamentales:

  1. Reconciliación nacional: Un estadista equilibrado en sus emociones que gobierne sin espejo retrovisor propendiendo por la consolidación de la unidad nacional.
  2. Disminución de la pobreza: Un estadista capaz de ponerse en el zapato de los millones de pobres colombianos implementando políticas públicas que equilibren el desarrollo económico sostenible de la Nación.
  3. Imperio e igualdad ante la ley: Un estadista que devuelva el valor a las instituciones, el respeto de la autoridad y el cumplimiento de la ley sin excepciones.
  4. Seguridad para todos: Un estadista que entienda el valor social de vivir en un Estado seguro –”seguridad en todas sus dimensiones”–, que garantice los derechos por igual a los coasociados sin privilegios de ninguna clase.
  5. Transparencia de la administración pública. Un estadista que ponga fin a la corrupción endémica que por siglos ha hecho de la administración pública la presa más preciada de los gobernantes.

El “cambio” que urge en Colombia depende de tu voto libre e informado, depositado solo por el mejor. En últimas depende de ti.