La palabra tiene el núcleo central de la energía más poderosa conocida por la humanidad. Es la adición de las letras en el marco común de la conciencia. Suele ser el invento de la razón facilitando la convivencia entre las personas. El sello de la raza humana alcanzando la proyección de una imagen más que visual, auditiva. Una palabra potencia la fe o mata los sueños. Pocas veces se puede ser indiferente ante la voz si atendemos lo que nos dicen.
Si escuchamos palabras bien empleadas lo más seguro es que captarán nuestra atención. Y si ellas tienen una noción estética del lenguaje provocarán admiración. Ocurre exactamente lo contrario cuando el sujeto, desvirtúa al verbo y ofende al predicado. La oración se vuelve un conjuro de la maldad invocando los demonios de la ignorancia. Y allí el espíritu se desconecta de la inteligencia provocando la atracción o el repudio de la mediocridad.
El idioma es el canal natural por el que transita el pensamiento. Allí las ideas recorren las rutas de la mente alcanzando las formas propias de la lengua reconocida en la palabra sea hablada o escrita. ¿Nos preocupamos por hablar correctamente? ¿Seguimos el ritmo de la calle, jergas, modas, usos y modismos? ¿El nivel de nuestro dialecto expone las fibras secretas de la personalidad?
La palabra tiene el poder del idioma y puede ser promesa, compromiso, halago, bendición, maldición, seducción, mentira o verdad. El alcance de sus términos está cifrado en el misterio expuesto una vez se fusionan las intenciones con las motivaciones. Cultivar las letras nos vuelve más inteligentes. Ignorarlo nos hace toscos o ingenuos.
A todos nos gusta hablar. Nos reunimos para ello, es una de las cosas que más hacemos durante el día y toda la vida. Algunos hablan de más y por eso se equivocan. Otros se callan tanto que olvidan que tienen lengua. ¿Pero procuramos mejorar nuestra dicción? ¿La ortografía de nuestros textos muestra la mejor imagen? Tal vez tenemos la palabra suspendida.
La palabra suspendida es el descuido de las formas gramaticales propias de una lengua, procurando modificar el uso tradicional y aceptado por el protocolo básico propuesto y reconocido como sentido y significado correcto en las normas de interacción establecidas por las reglas de un idioma, deteniendo su evolución y avance natural.
Es la devaluación de la comunicación en la bolsa de la vulgaridad. El declive de la cultura transformando el arte en el remedo lúgubre de la imitación. La canción generando antivalores para atraer los vicios generadores de malas ganancias: El insulto a la inteligencia disfrazado de ingenio popular.
@JulioCesarHT