Sé que la palabra castigo se presta para muchas interpretaciones dependiendo de la cultura familiar de cada persona y, en la mayoría de los casos, se asume como maltrato físico mediante golpes que pueden ser con la mano o cualquier elemento como correa, chancleta o las famosas varitas llamadas “Martín Moreno, que sacan lo malo y dejan lo bueno” y que están colocadas en un sitio de la casa que puedan ser vistas por los hijos a manera de recordatorio para el buen comportamiento.
Cuando pregunto a los padres cómo castigan a su hijo por las faltas cometidas la mayoría responde que ellos no lo golpean, les pregunto qué hacen a cambio y responden que le hablan, les pregunto si eso funciona y responden que no, insisto en qué hacen entonces para corregirlo y no saben qué decir.
Lo primero que les aclaro es que no estoy hablando de golpear o maltratar verbalmente, sino de algo que haga entrar en razón al hijo porque lo confronta con sus deseos versus el orden o la disciplina que pretendemos imponer en casa para que haya un sentido de autoridad de los padres y de aceptación de la norma por parte de los hijos.
Lo que siempre ha prevalecido es la pérdida de privilegios, en especial lo que más les gusta, sea que se pierda la libertad de salir a divertirse o de algo que los divierte al interior del hogar. Siempre hay algo que nos gusta mucho dependiendo de la edad. De lo que se trata es que los hijos entiendan la norma y las consecuencias de la desobediencia a la misma.
A mí nunca me golpearon porque mi madre tenía un método terrible para hacerme entrar en orden, no necesitaba la presencia de mi padre. Consistía en tres preguntas que hacía para establecer una situación clara de la falta y la sanción correspondiente.
La primera era acerca de qué hice, así que me tocaba describir con detalle lo sucedido. La segunda era pensar yo en por qué lo hice, en lo cual me demoraba tratando de encontrar una lógica en la falta que cometí; para ese momento, deseaba que mi padre tomara la correa, me diera un par de correazos y asunto saldado, pero así no sucedía, por lo que pasaba a la peor de las preguntas: ¿qué castigo crees que mereces? Y parece que me leía el pensamiento porque el dictamen era muy duro, no había matinée el fin de semana. ¡No puede ser! La única oportunidad de acercarse a las chicas del vecindario que iban a cine porque en la semana todos estudiábamos y no nos veíamos.
Hoy en día los niños cambian la ida al parque por la tablet y los jóvenes el matinée por el celular, no hay nada que les duela más. Así que se los planteo como alternativa y a la mayoría les ha funcionado. Inténtelo.