“Tales de Mileto, filósofo y astrónomo y primer hombre que fabricó relojes y midió pirámides, sostuvo que la vida y todas las cosas procedían del agua. Pero a él no le atraían ni el mar ni los ríos ni los lagos sino el deporte. Un día entró en un estadio para presenciar una competencia de gimnasia y una avalancha lo aplastó en la grada”.

El párrafo pertenece a uno de los capítulos del libro “Las otras caras del fútbol”, escrito por el magnífico periodista y escritor Andrés Salcedo (QEPD). Nos recuerda Andrés que los sucesos de violencia, pánico, desmanes y lamentablemente de muerte en los estadios no son nuevos. Estos sí, digo yo, hoy se regodean con más impúdica continuidad en los estadios de fútbol.

Y doblo la apuesta, tal vez solo en los estadios de fútbol. Pero, ocupe o no esa indigna exclusividad, es incuestionable el nivel de violencia en sus gradas. En estas le dejan ver al mundo lo más odioso de este maravilloso juego: la irracionalidad del fanatismo. La violencia enmascarada en el amor por un escudo o una camiseta.

Por estos días los gestos provocadores de Juárez, director técnico de Atlético Nacional, en sus celebraciones después de una clasificación y de un gol exacerbaron la enfermiza pasión de una parte de la hinchada del Medellín y la paciencia de algunos jugadores de Santa fe. Por tal razón fue expulsado ante el equipo de Bogotá y además ha sido sancionado por las autoridades encargadas en la ciudad de Medellín.

Una vez expulsado, el señor Juárez cruzó sus brazos, unió sus muñecas y en un teatral gesto de estar esposado buscó la aprobación de sus hinchas. No ha estado bien su comportamiento señor Juárez, usted vino para liderar a uno de los equipos más importantes del fútbol colombiano, no a estimular la virulencia que domina las emociones y los intereses de grupúsculos autodenominados barras bravas.

Su desempeño deportivo hasta ahora ha sido positivo: Nacional juega bien, promueve un estilo atractivo y es candidato al título. Pero se equivoca con su actitud grosera y desafiante. Alguien que le recuerde que la violencia siempre anda en busca de oportunidades. Que no sea él, que ocupa un lugar de privilegio para enaltecer el fútbol, quien estimule sus miserias.