No es justo que después de haber ganado la confianza del Reino Unido, eximiéndonos de solicitar visa de ingreso, apenas dos años después hayamos perdido ese privilegio. Algo estamos haciendo mal como país. Este triste episodio, donde los justos pagan por pecadores, como bien dijo el embajador Roy Barreras, nos deja un mensaje claro: la cultura del atajo siempre pasa factura y la migración es algo que necesita atención, sobre todo en la realidad actual del país.

La migración es un fenómeno complejo. Hoy, Colombia es el segundo país con más solicitantes de asilo entre los 38 países de la OCDE, con más de 202.000 solicitudes en la última década, solo por detrás de Venezuela. No debería sorprendernos entonces que el Reino Unido, que pasó de recibir 100 a 1.000 solicitudes de asilo en un año, y, según los comentarios, muchas de ellas ilegales, pierda la confianza en el proceso migratorio y nos vuelvan a aplicar las restricciones que conlleva la visa.

El gobierno colombiano debe entender que esto es una mala noticia por donde se le mire, y se debe poner en los zapatos de esas personas que están dispuesta a dejar todo, porque migrar es la única opción que le queda. Colombia no está ofreciendo las oportunidades necesarias para que sus ciudadanos prosperen, y esa es la verdadera raíz del problema. Pero lo que es aún más preocupante es que, en lugar de reforzar los lazos de cooperación para que esa migración de nuestros hermanos sea legal, nos quedamos en plantear retaliaciones ridículas, como ponerle una visa al otro país para “equiparar las cargas”. Como si los británicos quisieran venirse a vivir a Colombia.

Al final, todos somos humanos y queremos que nos vaya bien, en nuestro país idealmente, pero en definitiva donde veamos un futuro más próspero. Por eso la migración seguirá existiendo y todos los gobiernos deberían enfocarse en facilitar que se haga de manera legal, en lugar de fortalecer la teoría de que la única solución está en poner muros, cerrar fronteras y dejar a su propia suerte a los ciudadanos del mundo que solo buscan un futuro mejor. En estos tiempos de tanto extremismo y división, debemos enfocarnos en cómo unirnos, no cómo separarnos; por eso la solución nace de la articulación y la colaboración entre países, y posiciones como la de Petro frente a lo ocurrido con Inglaterra, no hacen más que empeorar la situación.

La cultura del atajo nos hizo retroceder. Las malas acciones de unos pocos no lograron sino afectar a miles de colombianos y empañar la imagen del país. Por eso el gobierno debería concentrar sus esfuerzos en dos frentes: mejorar las condiciones internas para que la gente no sienta la necesidad de irse, y fortalecer la cooperación internacional, no destruirla buscando como culpar al otro. Solo así podremos empezar a solucionar el tema y hacerle frente a esa cultura del atajo que tanto nos perjudica y nos deja ante los ojos del mundo como los más vivos, en el peor sentido.

@miguelvergarac